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Etiología de la corrupción

6 de Diciembre del 2014 - José María Izquierdo Ruiz

El diccionario de Manuel Seco define la corrupción como “Hacer que alguien se aparte de los principios morales o de conducta honrada”. Esta definición mejora mucho la de la RAE, pero se queda corta pues alude sólo al corruptor y no al corrompido, tanto o más culpable que aquél, y también por no contemplar que el corruptor y el corrompido sean una misma persona; en un momento dado de su circunstancia vital, el bueno se vuelve malo y el gen de la codicia, escondido en una vaina como de guisantes, salta y se expresa, en lo que los biólogos llaman fenotipo. En última instancia el mal, como el bien, está en el propio corazón humano. En la variante económica de corrupción, el noble y hermoso metal oro no es el culpable, pero si lo manosea una mano a la que ha saltado el guisante de la codicia, el pesado metal se deposita en su cerebro. Pero ¿es que hay alguna variedad de corrupción en que el oro no sea el protagonista? ¡Sí! (incompetencia, incapacidad, inmunidad, impunidad, dedocracia para poner y quitar secretarios de Ayuntamiento, etcétera, leyes justas que no se cumplen, e injustas que sí...), aunque la mayoría le son afines: poder, lujo, instalación en una “élite” o mafia, reconocimiento socioeconómico, encumbramiento, compadraje, nepotismo, influencias, cobrar por vaguear, “sentarse a trabajar”... Casi todo se puede comprar con dinero, o generar dinero, aunque la Felicidad con mayúscula transita por otros caminos. Mi padre me enseñó que es rico quien tiene lo necesario y aún le sobra. La codicia, frecuente causa de corrupción, se suele acompañar de callosidad del corazón y de crueldad; no como la de los asirios, que despellejaban en vivo, y disfrutaban con los gritos de sus víctimas; sino esa crueldad de hoy, a distancia, no turbada por gritos ni visiones apocalípticas; pero causa de miseria extrema, hambre y sufrimiento de todos los expoliados, vejados, y olvidados del mundo que son mudos e invisibles, y que pronto serán –seremos– la gran mayoría, si un milagro no lo impide.

Subtítulo: La regeneración pasa por el mérito y la capacidad

Destacado: Si la causa no se puede combatir, se recurre al tratamiento sintomático o paliativo, que alivia pero no cura; esos paños calientes en vigor disimulan la causa de la enfermedad sociopolítica y la agravan

En lenguaje médico, se llama etiología a la causa de una enfermedad, y su único tratamiento curativo es eliminarla. Si la causa no se puede combatir, se recurre al tratamiento sintomático o paliativo, que alivia pero no cura; esos paños calientes en vigor, que disimulan la causa de la enfermedad sociopolítica y la agravan; como esas “reformas estructurales”, y esa panacea de la transparencia que, aún nonata, mas parece una “traslucidez” de sombras chinescas. En las enfermedades socioeconómicas hay causas y con causas que, como el referido expolio, son, como mancha de aceite que se extiende ya a nuestro engreído Occidente; como esa sumisión del poder político al económico; teledirigidos desde allende los mares por viento del Oeste, el politicismo integral, la enfermedad sistémica del sistema y de la sociedad de la que nace, el ocaso de las ideologías, en que izquierda y derecha acuerdan, sotto voce, mantener su privilegiado “statu quo”.

La última idea del Presidente es que hay que regenerar la política para atraer a los mejores, ¡feliz idea! siempre que evacue las bancadas, transmute la transición, barra la kakistocracia (el gobierno de los peores), y propicie que la Justicia sea independiente desde la raíz hasta la copa. Ya lo dijo Platón, el mejor gobierno es el aristocrático, el de los mejores, intelectual y moralmente. Pero ¡si hasta el artículo 103.3 de la Constitución lo manda!: “...El acceso a la función pública, de acuerdo con los principios de mérito y capacidad”, no a dedo. Etiología de la corrupción: “Mérito’ y capacidad” al paredón.

Esa misma etiología, de la corrupción, junto a la debilidad del país y su sumisión al poder foráneo, es también la causa de otras aventuras y desventuras de la patria.

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