Al fútbol con la navaja
Al alimón, los presidentes del Atlético de Madrid y del Deportivo de La Coruña, han manifestado que lo ocurrido el pasado domingo en las inmediaciones del Manzanares, en un enfrentamiento brutal entre aficionados de ambos equipos, "no tiene nada que ver con el fútbol".
Ciertamente, no formaba parte del espectáculo deportivo, pero no es menos verdad que hay demasiados equipos del balompié que amparan los comportamientos violentos. Y los dos conjuntos implicados en esta ocasión figuran a la cabeza de una variada lista de incidencias graves. Es decir, hechos de extrema importancia.
Sí, los hechos ocurrieron fuera del estadio Vicente Calderón, pero estaban ligados al deporte futbolero y ambos presidentes deben saber que con los radicales solo cabe la tolerancia cero. Pues con la disculpa de que son los encargados de animar al equipo, se les consienten muchas libertades. Y aún hay más culpables. No se entiende bien que con esos precedentes, no se hubiera decretado el partido de alto riesgo, siendo inexplicable, asimismo, la falta de control policial hacia algunos sujetos tan conocidos como violentos.
El reflejo más vil y mezquino es la violencia. Y que nadie trate de engañar ni de engañarse. Nunca en el fútbol el horror estuvo desparecido. De una u otra forma, leve o brutal, existe en todas las competiciones. Los gritos de ofensa y desprecio al rival se hacen generalmente presentes.
Dicen los que saben que en Italia y en Inglaterra fueron contundentes con los "hooligans", hasta que asistir a un partido se convirtió en un asunto de padres que van con sus hijos a una fiesta. Pues bien, habrá que aprender si eso es así. Lo que no es de recibo es que los que tienen que poner los medios y los remedios, digan poco menos que se enteraron por la prensa.
El fenómeno de la violencia en el deporte en nuestra sociedad está sucediendo en unas circunstancias complejas que superan propiamente el ámbito deportivo y obliga a las instituciones públicas a adoptar medidas que fomenten la prevención y coincidan en que no puede haber ninguna tolerancia con los comportamientos violentos. Muchos dirigentes, y muchos jugadores, compadrean con los radicales y los subvencionan, además de alentar a veces con sus declaraciones el enfrentamiento entre aficiones. Es un deporte, pero también un negocio y un factor de riesgo que debe estar regido y altamente controlado por profesionales competentes.
Los clubes de fútbol, esas entidades que están por encima del bien y del mal, que hacen lo que les viene en gana en aras de unos resultados exitosos, son los grandes responsables de lo acontecido el domingo a orillas del Manzanares donde perdió la vida un "hooligan" gallego.
Por eso, el verdadero desafío es que nuestros jóvenes aprendan que el fútbol es un juego, una cita que en ningún caso puede acabar en el cementerio. Erradiquemos pues la violencia, por el bien de todos: deporte y aficionados.
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