La rula y el puerto de Llanes
Me alegro por el edificio de la rula y me alegro por Llanes. Por esta vez, se ha parado el golpe que la falta de sensibilidad del equipo de Gobierno de nuestro Concejo había dado contra el patrimonio de los llaniscos haciendo oídos sordos a las instrucciones de la Consejería. Ahora ha de reconstruirse lo derruido. Así lo exige el Consejo de Cultura del Principado de Asturias.
La desgracia es que no es la primera vez que este Ayuntamiento arremete sin sentido contra los bienes de interés cultural propiedad de todos. Como muestra, quiero recordar otro episodio cercano en el tiempo y en el espacio: la desaparición del puerto viejo de esta villa del oriente asturiano, que estaba en pie, con todas las modificaciones que el tiempo había ido requiriendo, desde el siglo XVI. Me refiero al antiguo muelle del Merlón o del Sablín -la Cabezona- y al contramuelle de Santiago, sacrificados para ganar unos cuantos puntos de amarre en el flamante puerto deportivo; así como a la playa o arenal del Sablín, que solo perdura ya en nuestra memoria.
Y no hablo por hablar. Su permanencia en la cartografía llanisca se puede comprobar en el Plano de la villa de Llanes de 1627 que se guarda en Simancas y publicó Marta Álvarez Carballo en 2007-, pasando por el Plano del Puerto o Ría de Llanes levantado en 1785, que se conserva en el Museo Naval y fue publicado por Luis Adaro en 1979, o el firmado por Francisco Coello en 1870, impreso junto con el Diccionario Madoz en la edición facsímil de 1985, o, por último, el de Pérez Casariego, de 1873, que reproduce Mª Cruz Morales en julio de 2010 en El Oriente de Asturias. En ellos se pueden observar, sin que haya lugar a duda alguna, dichos muelles, sobre cuya antigüedad existe documentación fehaciente en el Archivo de Simancas, que dio a conocer Uría Maqua en el nº 104 de Temas Llanes, coordinado por la profesora Morales. Uría nos detalla, por ejemplo, que el muelle de Llanes a finales del siglo XVI o principios del XVII tenía de largo noventa y ocho baras y de ancho nueve y media y de alto quatro; es decir unos 82 metros de largo, 7,5 de ancho y algo más de 3 metros de altura. Y, además, lo corrobora y amplía Marta Álvarez, en el estudio citado por Morales en 2010, con nuevos datos que atesora el Archivo Histórico Municipal, y que desvelan incluso que el artífice o maestre y trazador fue el cantero guipuzcoano Pedro de Ornieta, al que relevó el cantero de Hontoria Toribio Gutiérrez que concluyó los trabajos.
Sin embargo, en todos estos siglos, no se cambió la traza o diseño ni la localización misma de los muelles a pesar de haber sufrido toda clase de reparaciones, pequeñas ampliaciones, remiendos o reconstrucciones constantes, documentadas ya desde cuatro años después del inicio de las obras, a consecuencia de las marejadas. De modo que podemos concluir, dada su permanencia en el plano, que se trataba del mismo puerto, más o menos reformado constantemente, desde el siglo XVI hasta el mes de abril del año 2010 en que fue demolido.
Llanes perdió así su puerto histórico no a causa de los embates de la mar sino por decisión de las autoridades, visto lo visto, insensibles ante una de las piedras angulares del pasado y la historia de la villa que, paradójicamente, tenían el deber y el compromiso público de proteger.
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