Carta abierta a un maestro
Con motivo de la jubilación en la enseñanza de Xuan Xosé Sánchez Vicente
Unas reflexiones sobre la enorme influencia de un docente sobre sus alumnos, para toda su vida, para bien o para mal. También, como político, el bien que puede seguir haciendo a la sociedad, tan perdida de valores y horizontes.
Xuan:
Te jubilaste como docente. Maestro, que es la palabra más bella de nuestro idioma, también vuestro trabajo es el más honesto, trascendental, digno y respetable. Se trata, ni más ni menos, de formar, ayudar a esos seres sensibles, tal vez inseguros y vulnerables que son los adolescentes.
Me consta que no sólo enseñabas, sino que intentabas despertarles a una realidad, pero también a una verdad: la tuya. Según tú –por lo que leí–, en aquel momento, la familia era una célula burguesa, la más cercana y, por tanto, la más peligrosa, había que desconfiar de los padres.
¡Qué delicado tema, qué peligroso! Tengo la sensación de que les traspasabas tus frustraciones.
A algunos de ellos, los mejores, los más inteligentes y los más ingenuos les creaste un rechazo hacia sus padres que les trastornó su mundo emocional. Para algunos, sus padres eran su referencia, su agarradera y su apoyo, y, con el tiempo, la única verdad de la vida y el único apoyo desinteresado y auténtico que encontraron.
Pocos días antes de la tragedia, y sabes de lo que te hablo, me confesó mi hija: "Mira, mamá, aquellas clases de Xuan en el instituto contra la familia me empezaron a provocar inseguridades, vacíos y la imposibilidad de encontrar sentido a la vida". En aquella época empezó todo.
Todo este fracaso, que me corroyó durante más de 28 años, no tuve valentía suficiente para enfrentarlo hasta hoy. Me decidió a hacerlo la visión tan superficial y tan frívola que das de tu jubilación de la enseñanza en la entrevista de LA NUEVA ESPAÑA. Me sorprendió que de tu sistema pedagógico sólo encontraras útil, para poder continuar, la "autoridad" y el "control". ¡Qué triste! Me parece que estos términos suenan a otra época.
Por otra parte, nosotros somos los padres burgueses que tú pretendías demonizar. Seguimos siendo burgueses, seguimos pensando –no votando– en izquierda, como entonces. Conservamos nuestros valores de siempre, que tanto escasean en estos tiempos, y, a pesar de todo, confiamos en un futuro en el que la educación en la democracia sea lo fundamental, lejos del sistema, corrupto y fracasado, que espero que ya sea pasado muy pronto. Es la herencia que quisiéramos dejarle a nuestra familia.
Lo siento, no me sale felicitarte, pero sí pedirte que no desaproveches tu sabiduría y experiencia, todavía eres joven y queda mucho por hacer. Como dice Martha Nussbaum, sin auténtica democracia sólo pueden volver a surgir los autoritarismos, me da igual el signo. Si tu conciencia te dice que en algo fallaste, aprovecha para enmendarte, la vida es una escuela donde todos los días se aprende algo, y desde mi ancianidad, que me da fuerza, me atrevo a pedírtelo.
Celina Canteli Alonso
Oviedo
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