Literatura ferroviaria
Leía laboriosamente un día de estos la columna de un autor de cuyo nombre prefiero no acordarme cuando me topé de sopetón, incrustada en uno de sus tambores de granito (hablamos de columnas), con este diamante estilístico: una megalomanía faraónica y megalómana. Por Dios, por Dios, por Dios, hubiera exclamado Postigo por bastante menos. Como si la megalomanía no fuera de por sí lo suficientemente grande, sin que le añadan encima lo de faraónica y megalómana (que es ya el colmo). ¿Pero cuántas albardas se le pueden cargar al mismo burro? La ley contra el maltrato animal ¿no pone coto a tamaños desmanes?
Iba uno periódico adelante, con el subconsciente rumiando estas perplejidades, cuando en la página 40 se da de bruces con la noticia de que el autor de la columna es el flamante ganador del XIV premio de la Crítica de Asturias en su modalidad de columnismo literario. O sea, que donde este lector, profano e ignaro, ve un burro con tres albardas, descubre la Crítica asturiana insólitos hallazgos literarios. Los miembros del jurado valoran la pulcritud en un estilo que da forma a unos comentarios donde no falta la ironía que entronca con el mejor periodismo redactado en España.
Por Dios, por Dios, por Dios, vuelve a suspirar Postigo al borde ya del desaliento. ¿Así redactan los críticos de Asturias? Con cuánta mayor soltura formula sus ejecutorias de nobleza la Orden del Sabadiegu, o adjudica el Gochín de oro la hostelería de Felechosa. Pulcritud en un estilo que da forma. Unos comentarios donde. No falta la ironía que entronca. Razón tenía René: Procediendo por partes, se entiende mejor (Discurso del método). Mas subsiste la duda metódica: Estos premios ¿otórganse por riguroso turno? ¿Distribúyense por orden alfabético? ¿O repártense a voleo entre una peña de llariegos?
Volviendo a la columna, la vieja estación ferroviaria, cuya demolición se deplora, tiene resonancia, por reminiscencia, de onopatopeya de los largos expresos europeos. Pero cuando se lo repiten por tercera vez, el lector se siente lo que los ingleses llaman trainspotting (algo así como con el Transcantábrico transitando alrededor de la columna). Escribiera la antigua estación del Vasco, que nadie hubiera pensado en una gasolinera. Pero el columnismo literario prefiere los eventos consuetudinarios que acaecen en la vía pública a las cosas que pasan en la calle. Escoge para sus columnas bloques ciclópeos de los grandes (por decirlo como ellos). A no ser que se trate de lo que Pla tildaba, ya en 1919, de literatura un tanto ferroviaria.
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