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Carlos Franganillo, de la escuela de buenos periodistas ovetenses

16 de Diciembre del 2014 - Antonio Parra Galindo (Cudillero)

A veces saltan cosas que le reconcilian a uno con esta dura entrañable e inefable profesión. Una de ellas: El buen hacer de este muchacho ovetense que a sus 34 años ha cubierto la información para TVE desde Moscú y acaba de empezar desde Washington, lugar más difícil porque allí las noticias cunden en torrente y se despeñan como una cascada de aguas bravas pierdes el bofe y resulta difícil seleccionar.

Se trata de una táctica estratégica de los norteamericanos que así ganaron la guerra de las galaxias y hacen músculo patriótico de paso en la batalla de la información; quieren siempre ir por delante.

Decían los antiguos que el conocimiento allega dolor. Sin embargo, para los yanquis es una manifestación de poder pero administrada en avalancha para confundir al contrario, volverlo tarumba de tal modo que en vez de informar se desinforma.

Me ocurrió a mí en la época del Watergater. Tanto Félix Ortega (a mi juicio uno de los mejores corresponsales que tuvo este país en el extranjero junto con José Luís Balbín y acaso Jesús Hermida) como un servidor nos volvíamos locos para seleccionar todo el télex voluminoso que nos llegaba y ahormarlo en una crónica para que nuestros lectores en España se enterasen.

La pella era tan ingente y el fárrago tan inextricable que había que ser un malabarista para no perderse en detalles o caer en la trampa de los manipuladores que te dicen lo que ellos quieren que digas, pues no señor yo siempre les daba la vuelta a los materiales con retintín con lo que fui acreedor de no pocos problemas y una vez estuve a punto de ser expulsado del país (allí todo viene muy sesgado y los hechos se perfilan abrumadores, no te escapas) como la flebitis de Nixon o su dipsomanía cuando daba la batalla por perdida y se le echaba encima el impeachment.

La América de Carter que yo contaba día a día a mis lectores es muy diferente a la América de Obama a la cual se enfrenta Franganillo. Los Estados Unidos de los 70 aun arrastraban ese aire de libertad y de entusiasmo que nos encandiló a los de mi generación que nos sentimos hippies y participábamos de las sentadas del 68. No había caído el muro, cantaba Frank Sinatra, se hablaba de desarme nuclear, pero se temía a los rusos seguíamos viviendo con el miedo a la bomba y en las radios neoyorquinas una o dos veces al día se impartía una alerta. Una voz melosa como de chocolate de un locutor entrenado para las emergencias parecidas a la de Orson Welles años 30 informaba de que se estaba radiando un simulacro de ataque nuclear. En caso de fuego real se convocaba a la población a acudir al refugio más cercano de su barrio.

El aire de relax y de libertad pese a la guerra del petróleo y de la revolución en Irán las movidas en Nicaragua con Somoza o en Panamá. Al leer cada mañana el NYT era como si estuvieses en el epicentro en el ojo del volcán. Una corresponsalía en la ONU era como situarte en lo alto de una montaña. Los conflictos se minimizan y ves a los países como muy pequeñitos. Yo también fui un afortunado como Fránjanlo y obtuve el privilegio de una perspectiva. Acabé enamorándome del pueblo americano. Sin embargo, no me ocurrió lo que a algunos colegas que experimentaron una catarsis al llegar allí, todo veían bueno lo de aquel país y malo lo del nuestro, y se americanizaron.

Gracias a Dios no perdí mi inocente españolidad porque lo primero que aprendí del First Amendement o primer articulo de la Constitución de Jefferson es la libertad de conciencia algo sacrosanto para mi deontología profesional. Defendiendo siempre los intereses de mi patria que no eran los mismos que los del poderoso Tío Sam y eso lo estudié de mi predecesor en la corresponsalía mi admirado Félix Ortega. No fui un papanatas tampoco un chovinista. Traté de situarme en el justo medio cosa difícil en América donde siempre estás viendo venir una avalancha siempre hay que estar en guerra contra alguien y contra algo. Espíritu de lucha moral de victoria competitividad.

Pero los pobres vivían mal seguía habiendo segregación, cada vez que se me acatarraba un niño la visita del médico ya te costaba veinte dólares y no te digo nada si teníais que irte a un hospital. Me hablaron de violencia pero jamás fui asaltado o mugged en Manhattan. Sí lo fui en Madrid. Una permanente lección de patriotismo a todas horas y en los lugares más increíbles la bandera. Ser y sentirse americano es como una religión. Lo tomas o lo dejas. Sin embargo los EE.UU de Obama ofrecen un perfil más bronco que el de Carter, el mundo se ha acelerado desde entonces con las ventajas e inconvenientes que ello supone. Las nuevas tecnologías instalaron la globalidad, el pensamiento único y un corresponsal que se precie porque su misión no es sólo relatar hechos escuetos sino también interpretar y no caer en el incensario ni en el garrote, tendrá que ser comedido: un buen equilibrista para no perder la verticalidad.

En América un fallo es como caerse de un rascacielos. Allá todo es grande: la geografía la orografía la climatología los diluvios los huracanes la gente la más guapa y la más horrible. Viven allí los más delgadinos y los más fatis los más pobres los más ricos los más impíos los más piadosos. Es el país de grandes contrastes.

Lector incansable de la literatura rusa y conocedor como licenciado en Anglística de la norteamericana existen parangones entre ambos pueblos los dos son imperiales pero uno es un pueblo viejo cristiano ortodoxo y el otro joven multiétnico de extracción protestante pero donde mandan los judíos que son los que tienen el dinero. Es difícil comparar a la nación más extensa con la más poderosa del mundo.

Este joven ovetense que nació precisamente el año que yo regresé de EE.UU aceptó al irse para allá un reto fabuloso que lidiará estoy seguro con pericia y eficacia. Al cubrir el difícil conflicto ucraniano del que los periódicos occidente en su mayoría dan una visión sesgada y parcial ha tratado de mantener cierta imparcialidad objetiva tenor con las famosas seis W (Who where whom when why what) de la pirámide informativa de los manuales anglosajones que los ingleses que lo inventaron (facts are sacred opinions free) se pasan por el forro y nada se diga de los norteamericanos maestros en publicidad y adalides de la propaganda.

Su aplomo ante las cámaras nada de risitas histéricas nada de énfasis o de rostros de funeral (virtus in medio est: ni jabón ni palos) le han convertido en uno de los maestros del ramo. Tiene lo que tenía Walter Cronkite: fiabilidad y transmite una imagen de eficacia y serenidad. Un buen periodista ha de ser sobrio como un fiscal y mostrarse impávido como un juez en su estrado.

Claro que él proviene de la ilustre leva de buenos profesionales que ha dado Oviedo al periodismo español: Balbín, Diego Carcedo, Ladislao Azcona, Pérez de las Clotas un verdadero artífice de la información local en la que se han curtido los buenos profesionales de LA NUEVA ESPAÑA y no quiero adular.

Este muchacho lo va a hacer bien. Es un gran fichaje de Televisión Española y no se va a conformar con cubrir el expediente, seguirá en la órbita de los Blanco Tobío de los Celso Colazo de los Eduardo Cifuentes de los Manuel Bueno. Suerte y puja Asturias.

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