Biscet, un buen candidato al premio «Príncipe» de la Concordia
Pocas naciones han sufrido a través de su historia calvario de tan gigantescas proporciones como la hermosa perla de las Antillas, país que tantas evocaciones reporta a los corazones asturianos.
Cuba lleva medio siglo encadenada a una dictadura que en lugar de aflojar sus anillos de hierro parece que cada día aprieta más el cuello de los desesperados habitantes de la isla, en otro tiempo opulenta y jovial. Aquella nación se ha convertido en una verdadera colonia penitenciaria, en donde no hay más futuro que huir de ella como fuere, o pasar el tiempo en medio de la desesperanza y el terror.
En Cuba existen más de cien prisiones, en las que se acumula una población penitenciaria en circunstancias antihumanas. Entre esa población que sufre el horror penitenciario, se encuentran unos trescientos detenidos por razones de conciencia y de opinión, muchísimos de ellos en circunstancias extremadamente precarias. La mayoría de estos presos se hallan enfermos de cuidado, todos mal alimentados y sufriendo maltrato y humillaciones. Así el ejemplo del médico Oscar Biscet, quien, al convertirse en paladín de los derechos humanos, se ha visto condenado a veinticinco años de reclusión, de los cuales ha cumplido seis, sin que su espíritu de lucha por las libertades se viera doblegado. El doctor Biscet, ahora candidato al premio «Príncipe de Asturias» de la Concordia, desde su celda bajo tierra, continúa predicando el amor y la conciliación entre los cubanos, sin desfallecer en su humanitaria labor.
Para Cuba es hora ya romper con los tiempos viejos de sometimiento, figurar entre las naciones democráticas en donde no haya miedo a pensar y a decir en libertad.
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