¿Niños vs. perros?
Todavía siento en mi interior el pálpito producido por la carta publicada en su periódico el domingo 16 de agosto y cuyo autor es D. Ángel Matilla, vicepresidente de la comunidad de propietarios José López Muñiz, 8. ¡ Qué elocuencia! ¡Qué verdades como puños! ¡Qué ejercicio de tolerancia y librepensamiento! ¡Qué fluidez en el verbo! En fin, no me explico a qué esperan los inquilinos de dicha comunidad para nombrarle presidente, y si los estatutos lo permiten, debería ser presidente vitalicio, un hombre de su valía no se merece menos.
Doy por descontado que todas las zonas verdes de la ciudad deberían ser para el uso de los niños y sus padres, quedando total y completamente prohibido el acceso a los mismos a ancianos, perros y todas aquellas personas de dudosa ocupación, mal gusto en el vestir y cualquier otra circunstancia que pueda herir la sensibilidad de algunos.
En mi opinión, no deberíamos limitarnos a prohibir la entrada a los chuchos, podemos y debemos ir más allá. ¿Acaso los ancianos y las personas con movilidad reducida no pueden provocar un accidente al colisionar con un niño en bicicleta, monopatín e incluso con una de esas motos de plástico que utilizan algunos pequeñines y producen un agradable ronroneo que algunos intolerantes califican de ruido infernal?
Dejemos los parques y jardines de nuestra ciudad a quienes realmente lo merecen, y alejemos de los mismos al resto de los ciudadanos. ¿Hay algo más hermoso que pasar una tarde en un parque rodeados de la algarabía jubilosa de unos niños jugando en los columpios, mientras sus padres los vigilan con abnegada dedicación?
He aquí una tremenda diferencia entre los dueños de los chuchos y los padres de familia. Los primeros dejan correr sin control y vigilancia a esas potenciales máquinas de matar y fabricar excrementos, dedicándose a conversaciones vacías (seguro) y carentes de la más mínima espiritualidad. Los segundos, esto es, los padres, no dejan ni por un instante de observar a sus retoños con el fin de que no ocasionen el más mínimo desperfecto o molestia a nadie que pueda encontrarse en el mismo lugar. Sin duda, un ejemplo de actuación para todos.
Para no extenderme más, pienso que lo más sencillo sería establecer la siguiente normativa: Los parques y zonas ajardinadas de la ciudad de Oviedo son, para exclusivo uso y disfrute de niños/as de hasta 12 años (a partir de esa edad ya empiezan a ser potencialmente peligrosos), padres, tutores legales y abuelos de los mismos. En el caso de estos últimos, los abuelos deben demostrar mediante certificado médico que se encuentran en perfectas condiciones físicas y mentales. Quedando excluido el acceso para aquellos que presenten problemas de próstata ya que pueden dar lugar a situaciones de insalubridad no deseada.
Creo honestamente que de esta manera cortaríamos de raíz cantidad de situaciones indeseables que se están produciendo a diario en nuestra amada ciudad y más concretamente en el parque de Santo Domingo.
Sólo me queda añadir que lamentablemente debo poner una pega a las sabias y ponderadas opiniones de D. Ángel. Como habitual usuario del parque de Santo Domingo, me permito comentarle que ninguno de los chuchos que pasean asiduamente por el lugar pertenece a las consideradas razas potencialmente peligrosas. Como creo que el error no puede ser fruto de la ignorancia, me inclino a pensar que habrá sido debido a la euforia sentida al escribir semejante panfleto.
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