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De regreso a Colombia

21 de Diciembre del 2014 - Ana García Calleja (Siero)

Regresa a Colombia uno de los refugiados temporalmente en Asturias,

sindicalista del sector industrial de los derivados de la palma aceitera, cuya sede sindical en el Atlántico había sido volada.

Con gran preocupación se ha visto cómo se violan por parte del Estado colombiano los derechos de los trabajadores, campesinos y urbanos, vulnerando la libertad sindical en diversas formas: el Estado hace impracticables los derechos de asociación, contratación y huelga, a la cual se suma la guerra sucia y la creciente criminalización del ejercicio de los derechos sindicales. A la luz de los convenios sobre Derechos Humanos y de la OIT, el trabajo constituye un derecho humano fundamental y, como ha expresado la OIT frente al caso colombiano, donde se ha perturbado la libertad sindical, "no puede haber democracia sin sindicalismo" y "la situación de violencia que afronta Colombia de manera general hace imposibles las condiciones normales de existencia de la población e impide el pleno ejercicio de las actividades sindicales". Aunque la Constitución reivindica los derechos humanos, con gran énfasis en el derecho al trabajo, lo cierto es que las reformas laborales, las leyes restrictivas emitidas y las políticas del gobierno van dirigidas a acabar los derechos adquiridos de los trabajadores, haciendo que el sindicalismo pase de un estancamiento a un proceso de extinción si no hay correctivos a tiempo. Las cifras reflejan la intención del Estado y del capital de exterminar física y organizativamente a los trabajadores lo cual impone a estos optimizar sus formas de acción sindical para poder, de manera eficaz, confrontar la política neoliberal imperante.

La más reciente información sistematizada desde Asturias la da el Informe décimo de la delegación, que fuera presentada al parlamento asturiano primero, y al senado después:

http://www.pachakuti.org/textos/hemeroteca/2014/x-informe-colombia-ast.html

http://issuu.com/soldepaz-pachakuti/docs/x-informe-castellano

Regresa Misael Portugués a la lucha sindical en su tierra, a defender y extender derechos elementales como la seguridad social, en tiempos difíciles, donde desde el sábado una de las guerrillas ha decretado cese al fuego unilateral, pero sin que el gobierno haga lo propio.

Ciertamente no es la primera vez, sino más bien recurrente, que los insurgentes en épocas navideñas anuncien limitaciones al accionar rebelde. Lo novedoso de este tiempo es que se haga en medio de las conversaciones en la Habana, y que el gobierno, el mismo que restringe las libertades sindicales, no se anime a escuchar los millones de voces que estos días se han expresado por ese armisticio que ayude al clima para la paz, tras el desastre inexplicado del brigadier general Alzate que se metió en un laberinto de selva chocoana, y tras ser liberado por la guerrilla, ha salido de la fuerza pública, sin uniforme, con pensión, pero sin detalles sobre lo que estaba haciendo rompiendo todos los protocolos y poniendo en grave peligro los puntos de discusión para la búsqueda de la Paz.

El sindicalismo colombiano, el más maltratado del mundo, el que bate record de asesinatos, se ha pronunciado siempre y ahora por la Paz negociada en Colombia. Confían en que les vaya algo mejor si no hay guerra en que su gente queda entre los dos fuegos. Hasta el punto de que, en segunda vuelta electoral y en la tesitura de escoger para la presidencia de la República entre un hombre de Uribe, y Santos, entre los guerreristas y la posibilidad de paz.. han realizado un llamamiento inédito, arriesgado, comprometido, por el voto a Santos.

Esta por ver si Santos sabrá responder a ese gesto. De momento no se ha visto: los asesinatos de sindicalistas, el hostigamiento a sus actividades, no se ha detenido e incluso las amenazas de muerte se han acentuado.

Tiene además el sindicalismo colombiano construida una demanda colectiva por el sindicalicidio del estado: una demanda-propuesta de reparación colectiva, al ser una de las mayores víctimas del conflicto por resolver, con más de 3mil dirigentes asesinados a todos los niveles, desde un vicepresidente de la Central, hasta dirigentes en las bases y territorios, con mayor número en maestros y campesinos.

La Paz, dicen allá, no es sólo la ausencia de guerra. La Paz debe llegar al trato normalizado a trabajadores y trabajadoras. Hasta ahora eso está muy lejos y la responsabilidad única está en el gobierno de Santos. Para que dejen de matar sindicalistas. Para que construir un sindicato deje de ser más peligroso que crear una guerrilla.

La memoria de los sindicalistas Luciano Romero y Henry Ramirez, quienes también estuvieron refugiados en Asturias, y fueron asesinados a su regreso a Colombia, pesa en cada uno de los regresos, en cada una de las despedidas.

Ana García Calleja, integrante de la Décima Delegación Asturiana a Colombia, Siero

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