Ni vencedores ni vencidos
El tiempo pasa acompañado de hechos buenos y felices a veces, y otras drásticos y terriblemente malos, como fueron los acaecidos antes, durante y después de tan maldita Guerra Civil, desencadenada el 18 de julio de 1936 y que perduró cerca de tres largos y crueles años.
En estos tiempos que corren en que se trata de recuperar la llamada «Memoria histórica», por la que se pretenden recuperar –como sería justo, aunque complejo– los restos de cuantos inocentes dieron su vida siendo vilmente asesinados por indeseables incontrolados, primeramente los de una parte –aunque éstos en menor número que los de la parte contraria– y luego por aquellos que se aliaron con el llamado Bando Nacional de España.
Poco resta añadir a lo que en el transcurrir del tiempo no se haya ya escrito y debatido, pero sí cabe decir que, finalizada la guerra, en Asturias, al igual que en otras regiones del mapa nacional, comenzó un duro y sistemático «arreglo de cuentas» por parte del bando vencedor de la contienda hacia el adversario político y perdedor de la guerra.
Como dato significativo diré que tomado del libro «Franco ante la historia» (1975) se comenta en el mencionado libro que «ya en el día 9 de febrero de 1939 había firmado Franco una ley que castigaba con carácter retroactivo la actividad subversiva en la época comprendida entre el 1 de octubre de 1936 y el 18 de julio de 1939, además de toda la resistencia contra el alzamiento nacional». Este duro derecho «ex post facto» no proyectó su sombra sobre cientos de miles, sino de millones, de españoles.
Fieles al caudillo Franco se encargaron del cumplimiento de esta ley la Guardia Civil de entonces y falangistas con su recién estrenada camisa azul con sus flechas, así como confidentes y chivatos del régimen, todos ellos con licencia para matar.
Esperemos que acontecimientos como éstos no se vuelvan a repetir, pues la guerra no la ganó moralmente ni la perdió nadie, dejando lamentablemente tras de si una estela de miles de familias enlutadas.
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