Don Daniel o la sencillez de un cura rural
Hablar de don Daniel en las parroquias del concejo de Villaviciosa era mentar a un prototipo de cura rural de todos conocido. Para sus feligreses de San Antolín de la Llera, San Cosme y San Damián de Tornón y de San Salvador de Priesca suponía mencionar, con el máximo de los respetos y de los cariños, a un padre, a un confidente leal en todas las facetas de la vida diaria, a un amigo de cercanía, viendo en él al cura que venía acompañando sus alegrías y sus penas, sus preocupaciones y sus fatigas, sus ilusiones y sus deseos de ser un poco mejores siempre. Compañero, amigo servicial, partícipe en todas las metas de la pastoral del arciprestazgo villaviciosino, lo teníamos en plena disponibilidad los sacerdotes todos que a lo largo de cincuenta y tres años hemos participado de su bondad, de su consejo, de su abnegación y actitud de servicio.
Don Daniel, en efecto, desbordaba con mucho los límites de sus feligresías, para alcanzar a todas las parroquias de la muy querida tierra de Villaviciosa. Penitenciario mayor de toda la comarca, podía muy cumplidamente denominárselo, pues pocos confesionarios habría en la comarca que no conocieran de su presencia bienhechora; acompañante en todas las fiestas, servidor y amigo de todos eran connotaciones que decían bien con su carácter de persona generosa, abierta al trato de todos, entregada a todos, desde los más humildes, los pobres –cuántos van a echar de menos sus limosnas– hasta los más encumbrados, porque para él no había distancias, llevando su afabilidad bondadosa y paternal a ser amigo de todos.
Todos constatamos cómo, cuando se muere una persona conocida, se acude a los tanatorios y se cumple con la familia, siendo los menos los que acuden a rezar por el finado en las exequias y en la santa misa funeral que por él se ofrezca en su parroquia.
En los funerales por don Daniel, en su parroquia de Priesca, hubo una participación tan nutrida como no se recordaba en otros funerales allí o en otras feligresías. De toda la comarca de Villaviciosa fueron multitud los que quisieron acompañar su despedida con las oraciones de la iglesia. De su primer destino, en la parroquia de Santa María de Suares y de todo Bimenes y de las parroquias de Nava fueron muchos los que participaron en las plegarias rituales en sufragio por su eterno descanso.
No es la primera vez que contemplo cómo brotan las lágrimas en los ojos de muchos feligreses cuando despiden a su cura. Recordaba, mientras tenían lugar las preces por don Daniel, otros momentos de despedida a curas amigos del cura de Priesca: así, en los funerales de don Faustino, el de Caravia; de don José, el de Lué, o de don José, en Selorio, o de don Avelino en Bedriñana o de don José en Quintueles. Fueron amigos a quienes acompañé en su despedida, también volcados en sus feligresías con gestos continuados de entrega y de servicio a sus feligreses. Pero el caso de don Daniel superó, en mi estimación, el cariño que le profesaban sus feligreses y sus amigos, que eran tantos.
La presencia del cura rural, al estilo del de Bernanos, del que tan maravillosamente plasmó su retrato en su “Diario de un cura de aldea”, ha supuesto una entrega de generosidad y de metas compartidas con los suyos, abierto a todos, partícipe de las ilusiones de todos, columnas de la fe al frente de sus feligresías, llevando a la práctica la catequesis con los niños y los adolescentes, sirviéndose del catecismo del padre Astete o ayudándolos a vivir el “Tratado sobre la catequesis de los sencillos” de San Isidoro, apoyando la formación cristiana de sus feligreses con sus homilías, metódicamente preparadas, para hacerles llegar la sana doctrina, diluida suficientemente para la comprensión de los suyos, con sus reuniones de grupos para preparar a los catequistas, para llevarles las inquietudes de la Acción Católica; para prepararlos al matrimonio; para hacerlos vivir la confesión y la comunión por Pascua. Para visitar y acompañar a los enfermos llevándoles el santo viático y la santa unción, preparándolos a bien morir... siendo, en fin, un modelo de cura rural.
La labor del cura rural, por su deber de residencia, suponía una presencia siempre cercana, siempre callada y sin alharacas, pero siempre efectiva y transformante, como la levadura en medio de la masa. Las vivencias pastorales de don Daniel alcanzaron a las anteriores al concilio Vaticano II y supusieron para él, como para todos los sacerdotes de su momento histórico, un esfuerzo de adaptación a las proyecciones pastorales derivadas del concilio. Es hermoso asomarse a la biblioteca personal de don Daniel. Refleja una inquietud de estar al día en consonancia con la marcha de la cultura y una preocupación por reciclarse y estar en contacto con las realidades pastorales, en que él se actualizaba de continuo. Su actividad y presencia en la formación permanente, en la confesión y dirección espiritual, en los retiros y ejercicios espirituales, fueron para él personalmente apoyaturas con las que realizarse como sacerdote, siendo apoyo para muchos hermanos y recibiendo siempre con docilidad las orientaciones de tantos hermanos.
Don Daniel, cura rural, en nuestras tierras de Villaviciosa, Dios conoce el bien que, en tu actividad de cura entregado y sencillo, has llevado a tus feligreses, a tus amigos, a todos los que te hemos sentido cercano y asequible en todo. Que Dios te pague todo lo que ha supuesto tu vida de cura rural en nuestras queridas tierras, en nuestros pueblos y en nuestras aldeas, en la misma villa de Villaviciosa, a los que has servido partiéndote con las botas puestas, en activo hasta el final. Que Dios acuda solícito a entregarte el premio, la corona de gloria, que no se marchita; que la Santísima Virgen de la que fuiste tan devoto, te haga llevar su valimiento ante el trono de su Hijo Jesucristo, de quien has sido sacerdote y lo serás para siempre. Él te premie tus servicios aquí, en la Tierra. Amén.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

