El ecologismo más estúpido
Decía Peter Kennedy Toole que el verdadero signo del nacimiento de un genio era que todos los necios se conjuraban contra él. Dicho y hecho: en cuanto Mr. Cary Pinkovsky aireó un poco en LA NUEVA ESPAÑA del domingo sobre un poco de todo el mangoneo que rodeó la mina de Salave, parece ser que Antonio Masip se puso a la madre Tierra por montera y aquejado de una extraña licantropía: en las noches de Luna llena se convierte al ecologismo más estúpido; saltó a la palestra a defender a sus castizos amigotes. Tú también lo harías, si te fueran a poner una escombrera en tu chalé de lujo.
Así que hay que estar agradecido. “En mi hambre mando yo”, dice. Lo que pasa es que no sólo manda en su hambre, señor Masip, sino que manda en el hambre de los demás. Al parecer, con la que está cayendo y en un momento en que se santifica la inversión extranjera como el ángel salvador, podemos permitirnos el lujo de vivir del aire. Del aire andino, para más señas; porque es a donde va la chavalada ahora mismo. O a los Alpes, o a Laponia, donde dijo aquél de la CEOE. Que no es movilidad exterior, ni espíritu aventurero, ni unicornios rosas. ¡Que nos están echando!, ¡ustedes! No es el destino ni la mala suerte, ¡Son ustedes! Esto también es una pataleta, no lo niego, pero en mi rabia mando yo también.
Y para que lo sepan, yo trabajo en una mina en Chile, bajo un estándar canadiense, y bien contento que estoy. ¿Qué se piensa usted que es esta gente?, ¿piensa que se chupan el dedo? Son profesionales; si no saben sus mercedes lo que es un profesional, ahí esta la Wikipedia para ayudarlos. Nosotros sí somos ecologistas, estamos al pie del cañón muestreando, probando y pensando para conocer mejor el terreno y poder, no sólo evitar la contaminación, sino mejorar la calidad ambiental. Y así sigue la rueda: la generación más preparada para irse a tomar por saco sigue brillando lejos de casa.
¡Cary Pinkovsky, gallu!; !Llévame contigo!
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