Innovaciones ciegas en Pola de Siero
Si buscamos la palabra innovación nos encontraremos con la siguiente definición: «Innovar proviene del latín innovare, que significa acto o efecto de innovar, tornarse nuevo o renovar, introducir una novedad» y continúa: «La innovación exige la conciencia y el equilibrio para transportar las ideas del campo imaginario o ficticio al campo de las realizaciones e implementaciones».
La aparición de la innovación como acto consciente, hallazgo buscado y perseguido por Darwin, descubrimiento del nuevo concepto evolutivo por el cual la humanidad entró en la nueva etapa evolutiva: la era de la evolución consciente. Acontecimiento que en este año el mundo celebra de múltiples maneras el bicentenario de su nacimiento y su hallazgo, descubrimiento a nivel mundial que no llegó a germinar la emergencia del mensaje darwinista en el Consistorio sierense.
Viene muy a cuento este contenido, en el que hago referencia a las constantes innovaciones que el Ayuntamiento de Siero viene realizando en las distintas plazas de la capital del concejo, innovaciones ciegas, es decir, no conscientes, que tan sólo resultan útiles para el ser vivo que las incorpora y que tan sólo a él favorecen en la lucha por la supervivencia. Son modificaciones como acto consciente, buscando y persiguiendo otra pronta reforma y como se dispara con pólvora ajena -o sea, con dinero de todos- se gastan millones en hacerlo y otro «porrón» de millones en arreglarlo.
Así, si la anterior reforma de la plaza del casco antiguo de Les Campes, ya había generado fuertes protestas, el nuevo proyecto de reforma en 2002 resultó un total fracaso. Entendemos que la obra que conlleva un importante gasto se justifique por la necesidad de mejorar, cortada en tres niveles, los autores del proyecto de reforma de la plaza, tienen el desmérito de robarle espacio, cuando el objetivo del plan debió ser justamente lo contrario, lo que resultó altamente irritante para la vecindad y para el colectivo de propietarios y comerciantes que promovían el retorno a esta notable zona comercial del rastrillo poleso, que ahora por falta de espacio no podrá albergar esta cita semanal de venta pública.
Otra mala noticia es que Les Campes no sólo perdió capacidad, también perdió el empedrado existente en el suelo, que antes de la reforma era de mediados del siglo XVIII, todo un despropósito que pone en evidencia la dejadez de los responsables de su conservación y una negligencia imperdonable, que en la memoria municipal realizada para la ejecución de la reforma, no se incluya la antigüedad de éste, sino que se refieren a él como «regodones deteriorados». El suceso es lamentable por dos razones, primero se ha perdido un elemento del casco histórico de la Pola, y segundo, que la cultura, palabra que siempre nos llena la boca y que desde el Ayuntamiento, en ocasiones se utiliza como arma arrojadiza, es el conjunto de conocimientos, modos y costumbres de una sociedad o grupo en una determinada época. Así, cultura es ese empedrado del siglo XVIII, que desde el Ayuntamiento no han sabido valorar en su medida lo que es nuestro pasado histórico.
El galáctico gasto en las innovaciones de las plazas Cabo Noval y Argüelles, el arquitecto municipal resuelve el ligero desnivel del terreno, con planos superpuestos, que dejan como resultado escalones de muy pocos centímetros, apenas perceptibles motivo de que desde su inauguración se produjeran numerosas caídas, lo que hizo que se bautizara este espacio público como plaza de los caídos.
El arreglo tan necesario y esperado desde el día de su inauguración, se llevó a cabo recientemente con cargo a los fondos estatales, orientado a eliminar los desniveles para evitar el riesgo a la torcedura de tobillo a la hora de caminar por este espacio público, que exento de mobiliario urbano, eliminada la fuente, sin árboles y con nula ornamentación, resulta frío sin vida y poco atractivo.
La innovación de la plaza de abastos, el singular edificio del arquitecto Ildefonso Sánchez del Río, no hace falta ser profeta para disentir y prevenir que hay cosas que se tambalean por el simple hecho de que jamás han estado asentadas en su reforma en 1988, en la que se realizaron obras que dieron un vuelco total al diseño interior de la plaza, que por aquel entonces, además del espacio comercial para el que había sido diseñada, se convertía en un espacio para actividades culturales. Con la distribución fija y en varias alturas, el proyecto de remodelación resultó otro gran fracaso hasta tal punto que se considera uno de los motivos fundamentales del declive de las instalaciones, lo que llevó al Ayuntamiento a proponer una pronta reforma, la que se está acometiendo en estos momentos y que el gobierno local preveía tener finalizada antes de mayo de 2003.
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