Videojuegos
Las tendencias consumistas llegan como auténticos tsunamis que se llevan por delante lo esencial de las familias: la educación de nuestros hijos. Jugar a los videojuegos en su justa medida puede ser una práctica lúdica tan enriquecedora como otras. El problema surge cuando los padres hacen la vista gorda hacia ese destacado icono de color rojo que informa sobre la edad del destinatario en muchos casos pensando más en la diversión de toda la familia que en el niño al que supuestamente va dirigido. Y la realidad muestra que este niño se queda solo ante el juego de +18 buscando incansablemente a sus amigos para que también jueguen con él en red; aquí llega la primera ola: si fulanito lo tiene, por qué no lo voy a tener yo, y si menganito juega, yo también quiero jugar con él.
¿Por qué nos empeñamos en adelantar la edad de los niños tratando de avasallarlos con todo lo nuevo que sale en el mercado? ¿Tanto cuesta poner un poco más de cordura consumista? Estoy segura de que nuestros hijos lo agradecerían.
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