Tenías razón, querido Gión
Las amistades de virtud, son las verdaderas, que diría Aristóteles. Y es que tus virtudes eran tantas que por eso te has ido enriqueciendo de amigos que coincidimos todos en opinar lo mismo de ti y sospecho, cada vez más, que estar de acuerdo es la mejor de las ilusiones.
Desde el momento en que llegamos a esta vida, el tiempo nos gobierna; lo medimos, sí, pero no podemos vencerlo. Adiós Gión. Todos te recordaremos como un maestro de la empatía, de la sonrisa, de la generosidad,
Los amigos que se mueren en enero, en Reyes, parecen llevarse con ellos, entre jirones de la vida, no ya una hoja del calendario sino, todo el año. Tendrías que ver cuántos amigos te acompañaban ayer en el tanatorio, cuántos hoy en el templo, a cuántos se nos escapó una, o más de una, lágrima.
Dije a algunos de nuestros amigos comunes, que, ahora, ya tenemos un santo más al que suplicar.
La vez que gritaste mi alias en Ribadeo, las veces que me llevaste en coche a mis ligues, o a Gera, o las veces que coincidimos en el parque con nietos, Ay, Víctor, a partir de cierta edad nos empezamos a quedar sin maestros, sin padres,, sin referencias,, ese proceso natural que forma parte de la condición humana, pero lo que cuesta asumir la muerte de amigos como tú.
Trato de que la muerte, me llegue como me dijo tu esposa Aurelia, en paz.
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