El Fontán, nuestro mercado
Madrugar es una de las cosas mas costosas de la vida. Es la lucha contra uno mismo. Es la doma de la voluntad; por la razón y la obligación.
Nuestra ciudad sufrió un desafortunado incendio en unas navidades, allá por 1521. Debido a la escasez, y para subsanar el agravio producido por esta catástrofe, el emperador Carlos V nos concedió poder celebrar un mercado franco todos los jueves. Está acreditado que, desde 1524, la ciudad ovetense pasó a contar con un mercado. En la actualidad, un magnífico edificio, diseñado por Jesús Aguirre y acabado a finales del siglo XIX, es la sede fija y distinguida de éste. Y el mercado abre seis días a la semana –de lunes a sábado– ofreciendo los mejores manjares con los que deleitarnos. En las calles colindantes se celebra, jueves, sábado y domingo –pero con mayor éxito y gran afluencia, el domingo–, un mercadillo. Uno de los rastros más bonitos que se pueden encontrar en este país.
Hace casi quinientos años que comerciantes y agricultores acuden a primera hora de la mañana al Fontán a vender sus productos. Hombres que imponen su deber al querer. Nadie quiere pasar hambre, queremos comer todos los días, y varias veces.
Penetrar en el edificio y contemplar su estructura metálica, mientras pululo por los diferentes establecimientos y calles que lo pueblan, siempre evoca en mí el recuerdo del Palacio de Cristal del Retiro. El mercado es una mezcla entre belleza, tradición y funcionalidad. Adoro que mantenga la disposición y el uso de las plazas de abastos más “cañí” ya que aborrezco y repudio la reconversión de la infinitud de antiguos mercados en centros gourmet, donde la alta sociedad –o la que intenta parecerlo–, u hordas de turistas, se reúnen a tomar champán y ostras, tostas con foie. Cuando no es aun peor: todo tipo de cup-cakes con capuchino o infusiones. Eso sí, para llevar, aunque su idea sea tomarlo en el establecimiento, en recipiente de cartón, que es muy "starbucks". Todo muy "IT", de cabrales y oricios nada.
El mercado del Fontán permanece con la misma esencia desde que lo conocí, espero que siga siempre así. Ha sufrido algunos cambios, arreglos, remodelaciones. Pero sigue manteniendo el mismo espíritu de mercado popular. Merece la pena vencer a la voluntad, levantarse de la cama y madrugar. Nadie quiere pasar hambre, queremos comer todos los días, varias veces, y mejor si saciamos nuestra necesidad con los mejores ágapes. Así que madruguen, empápense de la esencia del Fontán, observen, saboreen, disfruten. Y visiten al tendero en las primeras horas; sólo así podrán asegurarse las mejores viandas.
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