Ocho horas y media en urgencias del HUCA
El pasado miércoles, día 7, a las 16.30 me dirijo al servicio de urgencias del HUCA con mi madre, de 89 años de edad, quien presenta una cardiopatía y una salud muy delicada, comenzando así una odisea que finalizaría casi nueve horas después, a la una de la mañana.
Según llego a urgencias, veo que está lleno de gente, doy los datos y espero en el triaje. Pasada una hora, me doy cuenta de que personas que han llegado más tarde que yo están pasando antes, por lo que reclamo y me dicen que ha habido un error informático y que mi madre no consta en la lista.
Lo peor fueron las cuatro horas y media de espera posteriores sin recibir ningún tipo de atención. Mi madre sufre incontinencia y no me permitieron quedarme con ella en la sala para ayudarla a ir al baño, sólo en un par de ocasiones para rellenar un frasco de orina, puesto que perdieron el primero y lo hubo que repetir.
Durante estas horas de espera, vi cómo cuatro pacientes se levantaban queriendo irse a casa y cómo los médicos y enfermeras intentaban desesperados que se quedasen. Mi madre estaba tan nerviosa y agotada que tuvieron que administrarle un calmante. Solicité una camilla para que pudiese descansar, a lo que me respondieron que no quedaba ninguna disponible.
Cuando por fin pudimos ver al médico, nos comenta que habían batido el récord de 400 pacientes para ocho médicos, que no habían tenido tiempo ni para comer en todo el día. Considero inviable que el personal sanitario pueda realizar su trabajo en estas condiciones. Después de ocho horas y media en urgencias, me pregunto:
¿Para qué nos sirve un hospital nuevo si no tenemos profesionales sanitarios suficientes que nos atiendan?
María Isabel Baragaño Fernández
Oviedo
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