Charlie Hebdo, la boa y el elefante
“Charlie Hebdo” no era sólo lápiz y papel, ojos saltones y chistes perspicaces, sino la máxima más noble del liberalismo social: la libertad de pensamiento y de expresión.
Actualmente es difícil concebir la prensa como un organismo desinteresado, como un niño que dibuja un elefante dentro de una boa en vez del sombrero de moda.
Charlie era sólo el niño, la boa y el elefante, cuidaba de la rosa contra la alienación del liberalismo económico que ya hace tanto ha fagocitado la noble causa liberal, el totalitarismo de las religiones, gobiernos y organizaciones, así como el despotismo individual de numerosas personalidades.
Los adultos no observan, ven; no escuchan, oyen; así, los terroristas, en su barbarie, no vieron al niño, sino un disfraz, fácil confusión en este mátrix de intereses que domina el mundo globalizado.
La barbarie no se justifica, debe ser extirpada de raíz, como los cardos; pero no debe olvidarse quién, cómo y por qué se plantó la semilla.
El dibujo del niño era un simple garabato, la barbarie de los asesinatos ha hecho que los adultos observen el mismo con mirada codiciosa, y pretender venderlo al mejor postor, como mercancía para alimentar la xenofobia y el intervencionismo bélico. Lo que no saben es que no sólo la yihad islámica estaba reflejada en los garabatos de ese niño rebelde y despeinado.
Son la boa reflejada en el lienzo.
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