Tenemos que arreglar esto
Todos se lamentan desde las tribunas de los parlamentos, las tertulias, de la salvajada que supone la cifra de paro que tiene este país, y en particular la de la gente joven, no porque no sea grave también en los de mediana edad, sino por la repercusión que tiene en una generación que debe ser la que construya el futuro de este país.
Pero cuando tienes el problema cerca en tu familia, en tus amigos, descubres la cara y los ojos de la persona que lo está sufriendo, con sus depresiones, su desencanto, la apatía sobre lo que sucederá mañana porque no le importa.
Te has esforzado en darle una educación, que no le faltara de nada, en animarlo para construir un hogar, aprender un oficio, labrarse una carrera profesional y todo se ha ido a la eme.
Aun así, lo sigue intentando, enviando currículum, trabajando por horas en lo que no pensaba, soportando vejaciones; y ello no hace nada más que añadir frustración y desesperanza.
¿Qué país les estamos entregando, uno dividido entre los que tienen empleo estable, más o menos decente, y los que tienen que vivir de la caridad familiar, de la precariedad laboral y el subsidio?
Cuando los padres, los abuelos se vayan y no puedan con sus pensiones cubrir sus necesidades elementales, ¿cuál será el modus vivendi que sustentará su proyecto de vida?
Llega un momento en que no tienes repuestas y solamente te queda maldecir aquello por lo que un día luchaste para tener un país moderno, con igualdad de oportunidades, que te hiciera sentirte orgulloso ante tus hijos. No sé cómo, pero tenemos que arreglar esto.
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