La opinión
Seguramente la cualidad más universal sea la diversidad de opiniones; todas válidas siempre que se argumenten y rebatan con el rigor que procura el raciocinio. Pocas veces asistimos al encuentro de dos opiniones completamente conformes. Conjugar el verbo opinar puede definirse como la confluencia de ideas o pensamientos que no tienen que converger de manera armónica; aunque en el fondo, y excluyendo matices, exista la coincidencia de criterios. No obstante, cabe añadir que, precisamente en la diversidad de criterios, se puede extraer la esencia de lo que se juzga; al igual que es frente a las adversidades cuando aflora la virtud. Salvo en pronunciamientos disparatados, no se debería descartar de antemano ningún criterio, pues, aunque inconsistentes en apariencia, pueden convertirse en fuente de inspiración para que afloren otros más lúcidos y de mayor solidez.
La afirmación de que, más que por leyes, el mundo está gobernado por opiniones, no es nueva. En este sentido, los actuales medios de comunicación dedican un amplio espacio a informar y opinar sobre aconteceres de toda índole, muchas veces con un marcado sesgo sectario. No conviene olvidar que, en bastantes ocasiones, las opiniones siguen la ruta que marca la conveniencia personal, los intereses gremiales o sectoriales, etcétera. A lo largo de la jornada, las tertulias de radio y televisión se suceden hasta la extenuación, y muchos de los participantes son verdaderos sabelotodo. No estaría mal hacer una selección de estos linces para que fueran ellos quienes nos gobernaran; porque, al parecer, tienen solución para todo.
Subtítulo: El placer de la conversación
Destacado:Tan bueno como conversar es saber escuchar; primero por respeto, y, después, como fuente de enriquecimiento
Conversar es uno de los placeres de la vida que se puede disfrutar en cualquier momento y lugar del discurrir diario de cada ser humano. Además –y hay que resaltarlo–, está libre de impuestos, al menos por el momento. La conversación es vínculo de la amistad y la opinión el corazón que la hace latir. Pero hemos de controlar las intervenciones a la hora de participar en una reunión, para que los demás no sean condenados al silencio mediante el aburrimiento. A algunos los pierde el afán de protagonismo, en muchos casos por sobrecarga ególatra. Y aquí no hay clases, pues en lo mismo incurre el erudito que el ignorante. Cuando se entabla un diálogo o una reunión de contertulios, son tres las claves que se deberían tener en cuenta: intervenir exponiendo ideas y pensamientos, después formulando preguntas; y, por último, escuchando. Tan bueno como conversar es saber escuchar; primero por respeto, y, después, como fuente de enriquecimiento. En este punto, conviene recordar que, al igual que leer, oír sin reflexionar es una ocupación inútil.
Es verdad que contra el callar no hay castigo ni respuesta, de modo que ésa es también la manera de evitar las críticas. Pero que no nos desaliente la opinión ajena pues, tal como advirtió Aristóteles, no haciendo nada y no diciendo nada, nada serás en la vida. Séneca, por su parte, considera que importa mucho más lo que piensas de ti mismo que lo que otros opinen de ti. Por último, es habitual encontrarse con otras dos actitudes: por un lado, la de quienes no tienen opinión propia y acostumbran adornarse con plumas ajenas; y, por otro, la de quienes contradicen a los demás por sistema; o sea, el llamado espíritu de contradicción.
José Antonio Coppen Fernández
Lugones
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