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La sanidad, a examen

28 de Enero del 2015 - Benjamín Fernández Martínez (Oviedo)

Es cierto que recientemente se ha conseguido que los enfermos de Hepatitis C dispongan de los medicamentos más avanzados, al margen de su precio y todos debemos alegrarnos por ello: los afectados, las autoridades y el resto de los pacientes del Sistema de Salud. Es un magnífico logro que alcanza también, lógicamente, al Consejero de Sanidad, Sr. Blanco.

También es cierto que ese éxito de nuestro Sistema de Salud se circunscribe a esa noticia porque el momento que estamos viviendo los ciudadanos desde hace años con el Sistema de Salud es dramático. El Sistema hace agua por todos los costados.

Si vamos al médico de familia en el Centro de La Lila, debemos esperar entre tres y cinco días para ser recibido. Ninguno de los médicos de familia de dicho Centro le recibe a uno en el plazo de 24 horas que debería ser lo normal. Si de lo que se trata es de acudir a un médico especialista, la espera, según las especialidades, va de un mes hasta seis meses y si el médico de familia valora el caso como preferente, por ejemplo en el caso de Traumatología, el plazo de espera se reduce de cinco a tres meses.

Esa es una pincelada sintética de nuestro Sistema de Salud que según el Consejero está comprometido con un nivel de calidad alto. ¿Cómo miden la calidad? ¿Es que los tiempos de espera no influyen sobre la calidad? No hace falta que insista aquí lo determinantes que son los tiempos de espera para la salud. Imagino que ese compromiso de que habla el Consejero será a un plazo largo, de 8 ó 10 años mínimo, en el supuesto de que antes se tomen medidas para ello, porque a corto plazo, la dura realidad que los pacientes sufrimos todos los días nos muestra un sistema colapsado, a Es cierto que recientemente se ha conseguido que los enfermos de hepatitis C dispongan de los medicamentos más avanzados, al margen de su precio, y todos debemos alegrarnos por ello: los afectados, las autoridades y el resto de los pacientes del sistema de salud. Es un magnífico logro que alcanza también, lógicamente, al consejero de Sanidad, Sr. Blanco.

También es cierto que ese éxito de nuestro sistema de salud se circunscribe a esa noticia porque el momento que estamos viviendo los ciudadanos desde hace años con el sistema de salud es dramático. El sistema hace agua por todos los costados.

Si vamos al médico de familia en el centro de la Lila, debemos esperar entre tres y cinco días para ser recibido. Ninguno de los médicos de familia de dicho centro le recibe a uno en el plazo de 24 horas, que debería ser lo normal. Si de lo que se trata es de acudir a un médico especialista, la espera, según las especialidades, va de un mes hasta seis meses; y si el médico de familia valora el caso como preferente, por ejemplo en el caso de traumatología, el plazo de espera se reduce de cinco a tres meses.

Ésa es una pincelada sintética de nuestro sistema de salud que, según el Consejero, está comprometido con un nivel de calidad alto. ¿Cómo miden la calidad? ¿Es que los tiempos de espera no influyen en la calidad? No hace falta que insista aquí en lo determinantes que son los tiempos de espera para la salud. Imagino que ese compromiso del que habla el Consejero será a un plazo largo, de 8 o 10 años mínimo, en el supuesto de que antes se tomen medidas para ello, porque a corto plazo la dura realidad que los pacientes sufrimos todos los días nos muestra un sistema colapsado, a un paso del caos.

Recientemente he vivido en persona tres casos ilustrativos. Citaré uno de ellos, y se verá que es como el que ha vivido cualquier otro de los miles de pacientes del sistema y pronto se sentirá reflejado en él.

Un dolor en el oído me empujó un domingo al médico de guardia del ambulatorio de la Lila. Me diagnosticó una otitis y me recetó un antibiótico. Al séptimo día, como no oía y continuaba el dolor, acudí de nuevo al ambulatorio al médico de familia, que me recibió a los tres días. Después de examinarme el oído, comprobó que la infección no había pasado, le pareció que había riesgo de que la otitis pasara al oído medio y me amplió el antibiótico y me pidió cita preferente para otorrino en el nuevo HUCA. En la semana siguiente el oído supuró y, después de esperar pacientemente por la cita que no llegó, me decidí a acudir a las urgencias del Hospital. El médico de guardia repitió el diagnóstico y me envió al otorrino gestionándome él mismo una cita sobre la marcha. Por fin me recibe el otorrino. Me examina, me aspira secreción blanquecina (pus) del conducto y comprueba que, efectivamente, la otitis se había extendido al oído medio y adicionalmente han aparecido acúfenos. Me receta un nuevo antibiótico y me da cita para el día 23 de enero en que deberán comprobar si la infección ha remitido y verán la evolución de los acúfenos.

Allí mismo, en urgencias, me enteré de la fecha que me habían asignado en vía preferente para acudir al otorrino y que aún no me habían comunicado: el día 18 de febrero. Si me hubiera limitado a seguir las pautas del sistema y hubiera esperado al día 18 de febrero para acudir a la cita, la infección supongo que me habría alcanzado ya el cerebro.

Si el Consejero es consciente de las inmensas lagunas que exhibe nuestro sistema de salud, huelgan expresiones pretenciosas: nunca falla a los ciudadanos; y si no lo es, los ciudadanos tenemos otro problema aún mayor, porque para resolver un problema, ante todo, hay que tener la humildad de reconocerlo. Si la cabeza dirigente no lo admite, todo está perdido mientras no se sustituya esa cabeza.

Nuestro sistema de salud ha ido empeorando paulatinamente en los últimos diez o más años y las situaciones que estamos viviendo hoy los pacientes son dramáticas muchas veces. ¿Qué hemos de hacer para mentalizar a nuestros dirigentes y conseguir que se pongan manos a la obra para enderezarlo? ¿Los ayudaría una lluvia de quejas individuales? ¿Es necesario llevar los casos más graves a la justicia para que compense y corrija los excesos que se cometen? ¿O es tarde ya para todo eso y lo que se necesita es una nueva clase de representantes capaz de conectar con el ciudadano y atender prioritariamente las necesidades reales de la población antes que otros intereses?un paso del caos.

Recientemente he vivido en primera persona tres casos ilustrativos. Citaré uno de ellos, y se verá que es como el que ha vivido cualquier otro de los miles de pacientes del sistema y pronto se sentirá reflejado en él.

Un dolor en el oído me empujó un domingo al médico de guardia del Ambulatorio de La Lila. Me diagnosticó una otitis y me recetó un antibiótico. Al séptimo día, como no oía y continuaba el dolor, acudí de nuevo al Ambulatorio al médico de familia, que me recibió a los tres días. Después de examinarme el oído comprobó que la infección no había pasado y le pareció que había riesgo de que la otitis pasara al oído medio y me amplió el antibiótico y me pidió cita preferente para el Otorrino del Nuevo Huca. En la semana siguiente el oído supuró y después de esperar pacientemente por la cita que no llegó, me decidí a acudir a Urgencias del Hospital. El médico de guardia repitió el diagnóstico y me envió al otorrino, gestionándome él mismo una cita sobre la marcha. Por fin me recibe el Otorrino. Me examina y me aspira secreción blanquecina (pus) del conducto y comprueba que efectivamente la otitis se había extendido al oído medio y adicionalmente han aparecido acúfenos. Me receta un nuevo antibiótico y me da cita para el día 23 de Enero en que deberán comprobar si la infección ha remitido y verán la evolución de los acúfenos.

Allí mismo en Urgencias me enteré de la fecha que me habían asignado en vía preferente para acudir al Otorrino y que aún no me habían comunicado: el día 18 de Febrero. Si me hubiera limitado a seguir las pautas del sistema y hubiera esperado al día 18 de Febrero para acudir a la cita, la infección supongo que me habría alcanzado ya el cerebro.

Si el Consejero es consciente de las inmensas lagunas que exhibe nuestro Sistema de Salud, huelgan expresiones pretenciosas: nunca falla a los ciudadanos y si no lo es, los ciudadanos tenemos otro problema aún mayor, porque para resolver un problema, ante todo, hay que tener la humildad de reconocerlo. Si la cabeza dirigente no lo admite, todo está perdido mientras no se sustituya esa cabeza.

Nuestro Sistema de Salud ha ido empeorando paulatinamente en los últimos diez o más años y las situaciones que estamos viviendo hoy los pacientes son dramáticas muchas veces. ¿Qué hemos de hacer para mentalizar a nuestros dirigentes y conseguir que se pongan manos a la obra para enderezarlo? ¿Les ayudaría una lluvia de quejas individuales? ¿Es necesario llevar los casos más graves a la Justicia para que compense y corrija los excesos que se cometen? ¿O es tarde ya para todo eso y lo que se necesita es una nueva clase de representantes capaz de conectar con el ciudadano y atender prioritariamente las necesidades reales de la población antes que otros intereses?

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