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Una tribuna falta de rigor

19 de Enero del 2015 - José Luis Peira García (Oviedo)

Siempre creo que unos pocos desalmados no deben confundir la opinión sobre la mayoría.

No generalicemos, no pensemos a la ligera, no opinemos sin estar informados en detalle.

Podemos ser parte del proceso de gesta de odios inútiles y sin fundamento.

Cuando se producen actos violentos proyectados por el fanatismo lo que se desea por parte de quienes creemos en los logros de la civilización es atajar la escalada de esos fanatismos y que se establezca la cordura. La carta de un ciudadano destacada en "Tribuna" en esta ilustre publicación no empuja en ese sentido. Máxime cuando dicha carta es un compendio visceral de lugares comunes, exceso de subjetividad y falta de rigor. Es seguro que esa opinión contenga una parte de verdad, aunque el conjunto deja la impresión de un vómito mal contrastado. Quizás por los excesos de información nos estamos acostumbrando a la falta de reflexión, a la pereza o falta de arrojo para comparar contra nosotros mismos distintas miradas en lugar de desplegar juicios sumarios basados en cortas nociones ideológicas.

Las maneras de esta persona, y su diálogo, son de los que hacen ponerme en guardia, pues entre otros aspectos detecto que refleja un proceder no poco extendido y más me da la sensación de un grito que una reflexión, lo cual me lleva a dos consideraciones; que sin bajar el tono no habrá entendimiento y que cuando faltan razones se tiende a gritar.

Yo no me he tomado la molestia de leer unos párrafos del Corán, de manera que debo aceptar lo que este ciudadano afirma; que a los musulmanes se les incita a la violencia contra el infiel y sin embargo a la vez me pregunto si en este occidente dónde yo quiero vivir y cuyas normas de juego acepto y reclamo mías no peca exactamente de imponer su estilo a sangre y fuego. Incontables serían los ejemplos; Panamá, Irak... en dónde las víctimas inocentes o las que creían en la democracia y los derechos del hombre nunca se contarán aunque a buen seguro son algunas más de doce. La misma Francia a la que admiro y sufrió los repudiables ataques ha detonado bombas atómicas en el Pacífico causando irreversibles daños al ecosistema sólo para demostrar su músculo y consolidar su lugar predominante en el planeta y sus servicios secretos son responsables del atentado contra el buque Raimbow Warrior, también ha protagonizado escabechinas vergonzantes en Argelia. Pero sin duda no se trata de competir en quién ha matado más, o peor, a mi entender lo que se debe valorar es que de mil quinientos millones de musulmanes apenas unos pocos tarados son capaces de cometer atrocidades como las de Madrid, Paris o Nueva York.

Lo que este señor propone y sugiere es un desatino que ni siquiera es original. Un solo ejemplo; Durante la Segunda Guerra Mundial, decenas de miles de japoneses residentes en Estados Unidos, algunos desde varias generaciones, fueron, primero estimados y tratados como sospechosos y posteriormente internados en campos de concentración, de una manera muy similar al comportamiento nazi hacia los judíos, considerando que cualquier persona con rasgos, apellidos o cultura japoneses era susceptible de bombardear Pearl Harbour. Ahora se ve absurdo, pero es lo que se hizo.

Que unos anormales se citen para matarse a palos con motivo de un evento deportivo no debe concluir en que se prohíba el fútbol, quizá sería bueno bajar el tono en algunos debates futboleros que promociona la prensa. A este señor que escribe se le ocurre señalar a sus inquinas como parte responsable de todo mal y pretender para todos un pensamiento único no es más que un acorde de la misma sintonía; para él, quien no piensa igual está en su contra, y se le debe neutralizar.

Al leer la carta publicada en Tribuna me viene a la cabeza una inquietante cita "nuestros dioses son enemigos, nuestros demonios, hermanos" ya que los elementos más primarios de intolerancia, incomprensión y negación del diferente están presentes en ella. A mí me parecen igual de repulsivas todas las religiones y creencias sobrenaturales y desearía un mundo en el que el sentido común las arrinconara, sin embargo no se me ocurriría en ningún caso prohibirlas, cada cual es libre de creer en Mahoma, Jesucristo o los ovnis o cualquier otra manifestación en ese sentido.

Reitero que los discursos como el del referido caballero para mí quedan adscritos al peligroso territorio en el que es fácil activar una escalada virulenta, cautiva del pensamiento corto y de los humores sanguíneos hasta llegar a un punto crítico de no retorno, afortunadamente creo que todavía estamos en manos de me mentes más civilizadas.

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