Ni radical ni islamófobo
Parece que está perdiendo fuerza la etiqueta de privilegiado que se aplicaba a cualquier persona que tuviese trabajo, cobrase mil euros o fuese empleado público (sobre todo cuando se aprobó la reforma laboral). También eran privilegiados quienes vivíamos en el campo, en eso que llaman Occidente, Europa, el mundo libre, etcétera. Y todo esto sucedía, como no podía ser de otra manera que siguen repitiendo como loros los comunicadores, políticos y periodistas como recurrente muletilla para aplicar en cualquier frase. Ya se sabe, la teología de la predestinación es científicamente incuestionable.
Ahora cualquier manifestación artística, jugada o gol de un partido de fútbol y todas las situaciones buenas o felices son maravillosas a pesar de estar rodeados de radicales. Que son desde Podemos hasta los terroristas islamistas. Cualquier persona que manifieste una posición ideológica firme, que no sea relativo, que no comulgue con lo políticamente correcto, es un radical. Y si es para hacer una crítica del Islam o de cómo se aplica en los países musulmanes, entonces eres un islamófobo aunque tu argumentación se base en datos, cifras, denuncias de AI, etcétera.
Y por ello me siento: venturoso, agraciado, afortunado; porque me suceden cosas: bonitas, sorprendentes, agradables. Quizá porque mi vida habría podido ser de otra manera. A pesar de ser crítico y desear una sociedad laica, no por ello me considero radical ni islamófobo.
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