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Escritora y santa

2 de Febrero del 2015 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Lo fue Teresa de Cepeda y Ahumada, nacida en Ávila en 1515, una extraordinaria e intelectual mujer, que desde muy pequeña ya demostró una gran pasión por la lectura, muy particularmente por la de los libros de caballería, lo que resulta anacrónico y sorprendente con la vocación religiosa que tendría después, ejemplar y mística. A los 19 años, impulsada por esa vocación religiosa, ingresa en un convento de Carmelitas, orden que, en 1562, se propone reformar y comienza haciéndolo fundando un convento en Ávila, con otras compañeras. Se le da el nombre de San José y es de monjas descalzas.

Más tarde funda otros y, con la aprobación del Papa, consigue la reforma de la orden, salvando innumerables obstáculos. En este empeño, la madre Teresa contó con la colaboración de su compañero de orden San Juan de la Cruz, otro gran místico como ella.

Como escritora mística, la madre Teresa ha sido una de las figuras más grandes que ha tenido España, destacando más en la prosa que en la lírica. De su producción literaria hemos de destacar "El camino de perfección", "Libro de las fundaciones", "Castillo interior" o "Las moradas", calificada ésta como lo mejor de su obra. Esta obra se puede decir, sin lugar a dudas, que es la culminación de la mística cristiana. En su legado hay también una interesante "autobiografía", poemas y una abundante y valiosa correspondencia. La madre Teresa sí que estaba dotada de la más fina espiritualidad y su alto magisterio, reconocido por la Iglesia universal. Su filosofía es la del buen sentido, es como el Séneca del pensamiento místico.

Por cuanto someramente acabamos de ver, por su vida ejemplar como religiosa carmelita, Teresa de Cepeda y Ahumada, fallecida el 4 de octubre de 1583, en Alba de Tormes, fue beatificada por Pablo V en 1614. En 1622, ocho años después, fue canonizada por Gregorio XV, elevada así a los altares como Santa Teresa de Jesús. En 1970, Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia y también patrona de los escritores españoles. Creo que estos mejor patrona no han podido tener.

En 1959, uno hizo lo que podíamos denominar y conocer como "ruta de Santa Teresa-Ávila-Salamanca, y en Alba de Tormes, su última fundación y fallecimiento, en 1583, pudimos ver el brazo incorrupto de la santa abulense, que nos impresionó, en un templo cargado de historia que rezumaba por todas sus piedras. Pero la impresión fue mucho mayor cuando una amable monjita, desde el otro lado de su clausura, nos permitió ver la celda de Santa Teresa, sencilla, austera. Todo estaba igual que cuando ella entregó allí su alma a Dios. Impresionante. Aquella celda sigue viva en nuestro recuerdo.

Este año teresiano es una buena ocasión para hacer esa ruta de la santa más grande que ha tenido España. Y que ella, en él, le dé también ese empujón hacia ese cambio que necesita nuestro país, cambio que debe comenzar por cada uno de nosotros mismos.

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