La lozana andaluza
Escuchaba el sábado en la Sexta a Susana Díaz y me iba convenciendo. Parecía una mujer casi dispuesta a decir la verdad; o al menos, a no decir más mentiras quee las justas. Cosa que, en política, ya tiene su mérito. Irradiaba incluso un no sé qué de cálido que creaba cercanía. Comparada a otros ejemplares del repertorio, no hay color. Por ejemplo, con la señora Bescansa, de Podemos, que parece impresa en blanco y negro; un radiador desconectado. Dicho sea con los debidos respetos; aunque sin llegar al afecto (no da uno para tanto).
Lástima que in extremis le preguntaran a la sultana del Sur por el contencioso suscitado con la Iglesia por la propiedad de la mezquita. Entonces nuestra clara dama se nubló, tergiversó y no había manera de saber si lo que defendía era el huevo o el fuero. Lo que tenía claro es que la Iglesia no se iba a quedar con la mezquita por 30 euros.
Los 30 euros que pagó en su día el Obispado de Córdoba (es de suponer que en pólizas) al formalizar en el Registro de la Propiedad su título inmemorial sobre la mezquita. Doña Susana nos endilgaba aquí una falacia del tamaño de Sierra Morena (la Nevada fundiría de bochorno): la de confundir (para confundirnos) el precio de un trámite con el justiprecio de una compraventa, la de la Mezquita. Como si al sacar el DNI, te dijera el funcionario: “Oiga, a ver si piensa usted que por 20 euros se va a quedar con su persona”.
La secuencia basílica-mezquita-catedral queda bien documentada en una tribuna reciente de este diario (“Cerrar las mezquitas”, J. Girón Garrote, LNE del 16 de enero). La posesión quieta y tranquila de la mezquita por la Iglesia es más antigua que el Registro de la Propiedad de Córdoba; e incluso más antigua que la parte litigante, la propia Junta de Andalucía, que allá se andará en años con su actual presidenta; la cual, a la vista está, es una moza. Aplicando el derecho mercantil de los socialistas andaluces, el Papa tendría que pagarle al Ayuntamiento de Roma alquiler por el Vaticano.
Dado que el andaluz propende a la hipérbole, ya puestos, por qué no piden que las campanas de Santiago vuelvan a Córdoba (a lomos de la derechona, por supuesto). Con el tocomocho del recibo (el de los 30 euros), Susana Díaz arruinó su crédito, pues quien dice una tontería dice un ciento. Lástima porque, encinta de tres meses, la hora del feliz y fausto alumbramiento sería la ocasión pintada de pedir que le sirvieran un suculento sopicaldo con los menudos del pollo Pedro Sánchez. ¿Quién había de tener alma para negárselo a una madre recental y primeriza?
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