Alejandra

27 de Enero del 2015 - Carolina Garcia Montes (Arriondas)

Hubo un tiempo en el que creí que lo peor que nos podría pasar era ser destruidos por nuestros enemigos, pero la realidad es que lo peor es ser destruido por nosotros mismos. Esos fantasmas que se quedan incrustados en nuestros recuerdos, haciéndonos olvidar de lo que realmente significa vivir, seguir acumulando momentos y vivencias capaces de hacernos creer en nosotros mismos.

Hace unos años conocí a una persona, una persona que bajo su manta fuerte y valiente, demostraba el miedo que tenía al futuro, ese mismo futuro que un día le quitó a la persona que más quería en el mundo. Son personas como ellas, las que me hicieron darme cuenta que la psicología es la rama que más me ha enseñado a lo largo de los años, por eso la decidí hacer mi vida, quería sacar sonrisas a personas como ella.

He oído a lo largo de mis más de veinte años que el psicólogo era una persona fría que se limitaba a escuchar las vivencias o problemas de su paciente contando los minutos para que la sesión acabara y así cobrar, pero lo que no saben es que los psicólogos son las que detrás de su muro aprenden a enseñarnos a sacar una sonrisa, a vivir, a levantarnos intentando comernos el mundo, aunque lo más importante, nos enseñan a vivir con nuestros problemas

A través de los años, esta pequeña niña ha sabido enseñarme que a veces el maestro se convierte en alumno y que solemos ahogarnos en vasos vacíos

Ella, me ha enseñado que los imposibles existen por cobardía, que cuando no creemos en uno mismo, la vida se hace insoportable.

Siendo apenas una niña, ella demostró tener más fuerza que mucha gente hoy en día, capaz de superar una enfermedad día a día, capaz de entender la muerte de quién más quería, capaz de seguir viviendo en un mundo dónde para el resto de los humanos todo era sencillo. Eso es valentía. Eso es ser un héroe, enseñarnos a vivir, cuando no podemos más

Me encantaría alentaros de que las cosas malas suceden a otras personas, pero francamente, todos sabemos que eso es imposible, que al final, lo malo sucede en tu propia casa y que la empatía no es mala compañera, sino todo lo contrario, demuestra que somos humanos y no que no carecemos de sentimientos.

Nunca me hubiera atrevido a escribir sobre ello, pero si que es verdad, que las personas a medida que vamos creciendo, nos vamos dando cuenta que lo malo sirve para aprovechar los buenos momentos y que a veces los sueños son alcanzables sólo si somos capaces de creerlo.

Gracias Alejandra, por enseñarme que a pesar de perder a alguien a quien amemos, decaer significa tirar la toalla y luchar es síntoma de mejora.

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