Je ne suis pas Charlie
No. Je ne suis pas Charlie.
Siento la muerte de los humoristas franceses de la revista "Charlie Hebdo", pero yo no soy Charlie.
Siento esas muertes como cualquiera de los manifestantes que levantan esos carteles de tan rápida acogida y mensaje comprometido: "Je suis Charlie". Moda reivindica-comunicativa que se propagó de forma contagiosa entre todos los ciudadanos, franceses o no.
Habría que recordar que, además de los periodistas, en los deplorables hechos hubo otros muertos (policías y clientes del supermercado) que parecen quedar al margen del omnipresente cartel.
La libertad de expresión está ahora en cuestión: debe ponérsele límites, o fue un atentado contra ella y hay que defenderla por encima de todo.
Algunos opinan que si se le pusieran límites, ya no sería tal libertad.
Por otro lado, hay que darse cuenta de que la libertad como tal, la libertad ideal, ha de entenderse que se ejerce hasta donde alcanzan los límites de las libertades de los demás. Si se sobrepasan esos, se vulnera el derecho del otro a su propia libertad.
(Y sólo se estará ejerciendo alguna clase de libre albedrío).
Me pregunto si hay otros temas susceptibles de ser tratados con humor, aparte de la imagen caricaturizada del profeta Mahoma.
¿O es que sólo los chistes sobre musulmanes y su religión encuentran entre los franceses una acogida jocosa?
Supongo que no, que habrá otras formas, otros motivos hilarantes con los que vender periódicos humorísticos.
(También otras actitudes de respuesta, Kalashnikovs aparte).
Después de los atentados, los medios de comunicación franceses pidieron a los ciudadanos un comportamiento solidario: comprar el ejemplar de la revista "Charlie Hebdo". Cinco millones de unidades en tirada especial, al precio de tres euros. Hubo colas ante los quioscos para adquirirlo, incluso desde antes de ser abiertos al público.
(Con Mahoma en la portada, por supuesto).
Un millón y medio de personas salieron a las calles de París proclamando, solidarios con sus carteles, que también ellos eran "Charlie".
Famosos actores, actrices y otros personajes públicos sostenían, sonrientes para la foto, el cartel de "Charlie" desde el otro lado del Atlántico...
Mandatarios de todos los países caminaron mano con mano. Y alguno que no estuvo allí, como John Kerry, se apresuró días después a hacer acto de presencia con sus disculpas y su ramo de flores.
Aquí en España, en una ocasión de aciago recuerdo, varios trenes se deshicieron en chatarra con sus viajeros dentro: ciento noventa y un muertos.
Nadie se manifestó. Ningún mandatario desfiló mostrando su luto solidario.
Los muertos no hacían uso de su libertad de expresión. No se habían metido con el Islam.
Je ne suis pas Charlie.
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