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Sentido y sensibilidad

28 de Enero del 2015 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

Me gustan los animales. Más que gustarme, despiertan en mí un sentimiento, generalmente, afectivo. Pero, claro, como en todo, hay especies o individuos que no participan de este sentimiento.

Los perros me parecen una maravilla, y el que yo tuve, la maravilla de las maravillas, lo vieras como lo vieras. Mientras no llegó a tener, digamos, uso de razón, se mostró totalmente agresivo. Siempre, o casi siempre, lo sacaba a pasear con su correa, porque de lo contrario en cuanto veía un perro, no importaba su porte, salía disparado a por él, ¡excepto! cuando el otro era de menor tamaño o del sexo contrario. Incluso cuando era atacado por otro perro más débil, él reculaba y se limitaba únicamente a defenderse.

A veces coincidíamos con otro perro, de más o menos el peso del mío, cuya dueña lo sacaba suelto a pasear, y el muy cabrón era vernos y venir como una exhalación rabiosa a por el mío. Siempre ocurría lo mismo, el perro corriendo hacia nosotros, la vecina corriendo detrás del perro y yo cogiendo al mío en brazos para evitar el enfrentamiento. Aquel bicharraco llegó a morderme de cierta consideración en una pierna. En el siguiente encuentro, ya cansado del jodido chucho y adivinando sin lugar a dudas lo que iba a pasar, ya que la vecina no le ponía correa al suyo, le quité la correa al mío. La mujer no volvió a sacar a su perro sin correa.

Con esto he querido poner un ejemplo de lo que en un principio dije, me gustan los animales, pero específicamente al perraco aquel le cogí inquina. A mi perro lo seguiré queriendo hasta el día en que me muera, porque era como era, de no haber sido así no habría podido quererle de esta manera.

Quiero a quien me quiere, porque recibo el mensaje extrasensorial de que siente como siento y ve las cosas a través de un cristal de un color muy similar al mío. Me es imposible querer bajo otras condiciones. Todos queremos de diferente manera, simplemente porque somos diferentes, la naturaleza sólo hace originales. De ahí que haya amores eternos, muy pocos, y amores de un rato o de una temporada más o menos larga.

Cuando decimos, es de lo más común, de un determinado personaje que nos resulta insoportable, si es televisivo, que por nada del mundo lo veríamos porque nos resulta insufrible su simple imagen, de inmediato salta el listo de la oposición con la gilipollez de siempre: ¡ah! ¡Pero lo has visto, porque de lo contrario no sabrías!

Vamos a ver. Para mí el bicho más repulsivo, al que ni siquiera nunca he podido pisar porque ello me causaría el vómito, es la cucaracha, y sé cómo es la cucaracha porque la he visto, claro que la he visto, accidentalmente, ¡jamás! me pondría a contemplar una cucaracha.

Anteayer, desde el dormitorio oí a mi mujer despotricar en el salón y adiviné su apresuramiento por apagar la tele. ¡No veo más este canal! ¡Esta basura! ¡Esto no puede ser, no me lo puedo creer! ¡Echaron a la Hormigos! ¿Cómo es posible que la gente vote lo que diga esa palurda, retrasada, venenosa?

En lo que a mí respecta, preferiría compartir habitación con una cucaracha que con Belén Esteban. Con una cucaracha me limitaría a meter las patas de la cama en unos potes con agua y creo que lograría conciliar el sueño. Con Belén Esteban, imposible, sólo adivinar su presencia me haría pasar la noche de vomitona.

Con el periódico de hoy venía la revista "QMD". La he ojeado esperando turno para la ducha. Lara Álvarez (amor de turno de Fernando Alonso) dice en la tal: "Mi favorita es Belén Esteban. Tengo debilidad por ella. La conozco de los pasillos de Tele 5 y me parece genial. Es maravillosa".

Quizás el cerebro tenga una determinada capacidad repartida entre diferentes conceptos, que sumados entre sí, lógicamente, no podrán sobrepasar el límite asignado. En un contenedor de diez litros no puedes meter once. Pues bien, yo creo que Fernando Alonso tiene tanta sensibilidad y sentido para la Fórmula 1 que no debe quedarle más que una miaja, y de mala calidad, para la relación de pareja, porque no está nada mal el contenedor de Lara Álvarez, pero para mantener la ilusión necesaria en el emparejamiento con ella, dado su contenido, hay que tener la sensibilidad y ser más basto que una escofina. Lástima, Fernando.

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