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La pequeña asamblea

28 de Enero del 2015 - Daniel García Juesas (Oviedo)

Hace tiempo quise celebrar una reunión para tratar de dos temas importantes en los tiempos que corren: el ocio y la cultura. Antes de proceder a la convocatoria, lo que más me costó fue encontrar un nombre adecuado para dicha reunión, así pasaron por mi cabeza: junta vecinal, comité ciudadano; otros con más resonancia histórica como comité revolucionario, gran consejo fascista, juntas ofensivas... pero estos quedaban un poco grandes a mis propósitos; descarté lo de "petit comité" por afrancesado y porque lo debatido quedaría ceñido entonces a un ámbito muy corto; también pensé círculo ciudadano, taller democrático..., en fin, después de todo me decidí por "pequeña asamblea".

Una vez establecido el nombre, quise dar a la convocatoria su publicidad formal conveniente, fijando el lugar de celebración, fecha, hora y orden del día; así, coloqué con celo profesional los correspondientes folios informativos: uno lo puse en un árbol del parque San Francisco, otro en una pilastra del Fontán, uno a la puerta de mi habitación, también en una farola del Campillín, en una papelera de la Argañosa, en una marquesina del bus en Ventanielles, ah... y otro en la puerta de un retrete del Calatrava.

Me sorprendió sobremanera el éxito alcanzado cuando entré en mi habitación a la hora señalada, allí estaban miembros de toda clase y edad, de todo tipo y condición: la bicicleta, los playeros, el bañador, las botas de montaña, el piolet, los crampones, la tienda de campaña, la guitarra española, la eléctrica, la flauta dulce, la travesera, los libros (de historia, de arte, de filosofía, de poesía, de montaña...), la última en llegar había sido la televisión, pero al final también decidió entrar. De ninguna manera podían faltar la sidra y la cerveza. Igualmente, estaban diversos miembros de seguridad, como las cuerdas de escalada, el arnés, el ocho, la navaja y el cuchillo de montaña.

Una vez dejado clara, previamente, la consideración del ocio como parte de la cultura, la defensa de un ocio cultural, es decir, un ocio que busca la cultura y la defensa de un ocio que gusta de la aventura, rechazando las amenazas que todos los inviernos nos lanzan cada vez que cae una nevada (nevadas que se producen con una tradición secular) y rechazando las amenazas que todos los veranos nos presentan cada vez que sube el termómetro (caso igualmente secular), se fueron aprobando los distintos puntos con mayoría absoluta y en un ordenado silencio (el que calla otorga), llegando a concretarse en la siguiente ley:

"Independientemente de la forma de Estado, de la forma de Gobierno y de las condiciones administrativas, los aquí presentes acuerdan: la bicicleta saldrá a pasear a cualquier hora y por cualquier sitio que sea ciclable, ya sea urbano, rural o de montaña; lo mismo harán los playeros y las botas de montaña, haya sendero o no lo haya, llueva, haga sol o esté nublado, acordándose se proceda al acompañamiento de crampones y piolet en circunstancias invernales; la tienda de campaña saldrá igualmente a la montaña cuando la excursión lo requiera, lo mismo que la guitarra, la flauta o cualquier libro que sea preciso para mayor solaz de la jornada; el bañador se meterá en cualquier playa, río o lago siempre que la temperatura del agua lo permita.

La sidra o la cerveza acompañarán al ocio siempre que la sed o el festejo lo precisen.

Independientemente de la meteorología, en todo caso el ocio casero será opcional, con preferencia entonces a los libros y la música en general, y la televisión como alternativa circunstancial".

Esta ley está vigente desde mucho tiempo antes de su publicación.

Daniel García Juesas

Oviedo

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