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Un alzhéimer amable

2 de Febrero del 2015 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

Quien acuda a ver la película “Siempre Alice”, ahora en cartel, puede sentir la prevención de que el tema de la película lo deprima. Sabemos lo que es esta cruel enfermedad, sobre todo para los familiares del enfermo. La película es un lenitivo.

Este lúcido filme, dirigido por R. Glatzer y por W. Westmoreland, eleva, paradójicamente, el ánimo del espectador por diversas causas. En primer lugar porque guión, dirección, ambientación e interpretación son excelentes; con un tempo acompasado y sin detalles que desentonen del buen gusto general. Hasta el doblaje es excelente. “Siempre Alice” es una gran película, realizada con naturalidad y con exquisita sensibilidad. Si acaso, cabe destacar la interpretación de la protagonista, Julianne Moore, en su papel de enferma; sin ella el filme perdería parte de su excelencia.

Alice es una inteligentísima, vivaz y atractiva profesora de Universidad que, en una de sus conferencias, se corta por olvidar una palabra que tarda en recordar. No se inmuta, pero va al neurólogo que diagnostica un raro alzhéimer genético, que se da en personas jóvenes, de 50 años, como ella. Alice no se rinde y, con su inteligencia y su capacidad de comunicación intacta, utiliza con alegría todos los recursos memorísticos para seguir una vida normal. Su basto marido, Alec Baldwin, no es de gran ayuda. Otro día da una conferencia en una asociación contra el alzhéimer; lo lleva todo escrito y lo lee con soltura con ayuda de un rotulador con el que va tachando las líneas ya leídas, para no repetirlas. La película discurre entretenida y plácida. En previsión de lo que inevitablemente llegará, se deja a sí misma, en su pantalla hablante, su imagen y un mensaje, diciéndose que al fondo del primer cajón de la cómoda encontrará un frasco de pastillas; que se las trague todas con agua; cuando, ya muy deteriorada, va a cumplir su propio consejo, llega una hija que lo evita y que se convertirá en su fiel cuidadora. Final alegre, corriendo las dos gozosamente por un paraje bellísimo.

El paradigma del filme es el “goza el día” (“carpe diem”), por el que se guía Alice; consejo muy acertado para personas abocadas a perder pronto la memoria, pero –pienso– no tanto para aquellos ancianos con buena memoria y con buenos recuerdos atesorados, de los que habrán de tirar cuando les llegue un presente no muy gozoso.

En suma, “Siempre Alice” es una gran película, con el mérito de sacar luz de la oscuridad. Mucho mejor que otras que se proyectan en Asturias, dudosamente “oscarizables”, como “Whiplash” y “Birdman”; y sólo equiparable a la justamente “oscarizable” “Relatos salvajes”.

José María Izquierdo Ruiz

Oviedo

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