Golegã, capital del caballo en Portugal
En el Ribatejo portugués hay varias ciudades y villas muy bonitas, una de ellas es Golegã, “a capital do cavalo”, donde se concentran el 11 de cada noviembre, día de São Martinho, caballistas de todo el mundo en una multitud que lo llena todo. Desde el siglo XVI se celebra esa feria que le da a Golegã la capitalidad de lo equino, una región donde este otro amigo del hombre es uno de sus elementos nucleares.
No es casualidad que una de sus quintas, la Herdade Brôa, sea referente también internacional en la cría de lusitanos, los famosos caballos de la familia Veiga. Se trata de una amplia finca en el entorno del río Almonda, que allí cerca desemboca en el Tejo; la propiedad está centrada en el palacio del siglo XIX, y en sus inmediaciones se alzan los graneros, caballerizas y otras construcciones para la atención del ganado, que también es vacuno, pues a la heredad pertenece además un hierro de toros bravos.
Con una estatua en la plaza principal, la villa ribatejana guarda memoria de Manuel dos Santos (1925-1973), uno de los toreros más importantes de la historia de la tauromaquia lusa, que aunque nació en Lisboa, se crio en Golegã con su abuelo, también torero, Manuel dos Santos “Passarito”. Y allí compró su “Quinta Guadalupe”, a la que le puso ese nombre por su mujer, que era mexicana. En la misma plaza está la espléndida “igreja matriz”, del siglo XVI, monumento nacional considerado una de las mejores muestras del estilo manuelino.
La Casa-Estúdio Carlos Relvas, o “el Chalet”, como lo conoce la gente, es una de esas increíbles curiosidades con que algunos personajes magnánimos del siglo XIX nos sorprenden en algunos lugares del mundo, con su punto de exceso y de genialidad. En este caso se trata del “lavrador” (terrateniente) Carlos Relvas, que construyó en 1875 una casa con jardín romántico, enfrente de los Paços do Concelho, de estilo modernista revivalista gótico y mozárabe, con numerosos motivos simbólicos, un mobiliario excelente y una decoración muy cuidada.
La Casa-Estúdio no es una vivienda, sino de un estudio fotográfico muy especial, con un primer piso totalmente acristalado, incluso en el tejado, que le permitía usar la luz en las diferentes fases del día y el año, con todas las posibilidades de la época para preparar escenarios, sombras y contrastes. Una planta baja de recepción, por la que pasaron para retratarse personajes portugueses y extranjeros muy notables de la época. Y otra planta subterránea para el laboratorio de revelado, también dotado en su día con las técnicas más novedosas del mundo de la fotografía. Carlos Relvas pasó a la historia por su dedicación a la fotografía, pero además tuvo un hijo, José Relvas, que también creó en Alpiarça, una villa vecina, otra casa-museo, llamada Casa dos Patudos, de notabilísima categoría.
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