Izquierdas y derechas
Dados los nuevos planteamientos que se están produciendo y otros no tan nuevos, lo primero que hay que preguntarse es si existen izquierdas y derechas. Ya hace tiempo se afirmó que izquierdas y derechas son significantes vacíos, términos que sólo tienen sentido en las señales de tráfico. (Ver la obra de N. Bobio del mismo título). También aquí hubo pensadores del tardofranquismo, como Fernández de la Mora, que anunciaron el fin de las ideologías, pero fue el sociólogo estadounidense F. Fukuyama el que más profundizó en estos temas con su conocido libro “El fin de la Historia y el último hombre”, en la que afirma: “el igualitarismo de la Norteamérica moderna representa el logro esencial de la sociedad sin clases vislumbrada por Marx”, o sea, que hemos llegado a un estadio en el que al desaparecer las ideologías de clase no tiene sentido hablar de izquierda y derecha.
No creo que hagan falta muchos argumentos (dada la enorme desigualdad existente o la propiedad de los medios de producción) para negar que ese estadio, que sin duda llegará, está todavía lejos y la dicotomía entre izquierdas y derechas es un hecho real del que se habla todos los días. No hay más que oír a los tertulianos o leer los periódicos para ver cuántas veces aparecen estas palabras.
Las diferencias entre los valores de una y otra son claras: lucha por la igualdad frente a defensa de determinados privilegios, pensamiento crítico frente “a la funesta manía de pensar”, relativismo frente a dogmatismo, cambio social frente a inmovilismo, y así podríamos seguir mucho tiempo. Esta última contradicción es fundamental para diferenciar los objetivos de unos y otros. La relación entre cambio social y el concepto de izquierda está ya establecido desde la Revolución Francesa, pero fue el marxismo el que hizo de la revolución un elemento clave de cualquier movimiento de izquierdas. Por eso hablar de cambio, hablar de tomar el cielo por asalto y decir que las ideologías sirven de poco en una sociedad clasista como la actual no se entiende muy bien. La conciencia de clase, es decir, ser consciente de que en la moderna sociedad capitalista hay fundamentalmente dos clases: una dominante, hegemónica, minoritaria, pero con mucho poder político, económico y cultural, y otra dominada, la gran mayoría ciudadana, que soporta los despilfarros, caprichos, sueldos escandalosos de las élites extractivas, es fundamental para lograr una sociedad más justa y solidaria.
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