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Carmen, el amor me mantiene viva

13 de Febrero del 2015 - José Antonio Flórez Lozano

El amor es un sentimiento tan importante que puede ser entendido como la compensación a la muerte del individuo. Como me decía Carmen, de 89 años, "pensar en el amor, en la comprensión y ser útil a los demás es muy bueno, me da una gran satisfacción interna". El amor casi no se puede definir, es maleable como el agua y flexible como el viento; el amor son los momentos vividos y experimentados intensamente. John Lennon cantó maravillosamente al amor en "Oh, my love". Además, como dice Dostoyevski, "quien ama, no necesita ser feliz". Carmen se vuelve a enamorar de esas arrugas y de esas pequeñas manos llenas de afecto. Como dice ella, el amor está en el aire, en el susurro de un arroyo, en la suave brisa, en la hierba, en la noche estrellada, en el estruendo del mar. "Love Story" fue una de las películas que nos hicieron sentir el amor; en la película hay una frase lapidaria: "Amor significa no tener que decir nunca lo siento". No obstante, hay que decir que el amor en el contexto actual se resiente notablemente; en una sociedad consumista, que procura la inmediata satisfacción del deseo, que propicia las relaciones de pareja tan intensas como fugaces a través de internet, no existe un contexto sociocultural ideal para el surgimiento del amor. Ciertamente, el hedonismo nos aleja del amor y nos sitúa en un contexto de placer y goce ininterrumpidos. Y el narcisismo nos presenta al ser humano centrado en sí mismo, en un individualismo atroz incompatible con el amor, desprovisto de valores morales y sociales, emancipado de cualquier noción trascendente. Un escenario de consumismo, hedonismo, permisividad y relativismo que nos aleja del amor. Sin embargo, en la novela "El amor en los tiempos del cólera", de Gabriel García Márquez, se explica que el amor perdura toda la vida.

El amor de Carmen y el privilegio de estar viva

Subtítulo: Una receta para ser feliz a todas las edades

Destacado: El amor se constituye en el fármaco más potente del envejecimiento saludable y feliz

Destacado: La ternura no teme a la enfermedad, es la expresión máxima del amor

El amor es el único tesoro que se multiplica al dividirlo; así como también la música da alma a la vida, alas a la mente, vuelo a la imaginación, consuelo a la tristeza y vida y alegría a todas las cosas. Por ello, es el fármaco esencial para escapar de la agonía, de la angustia, de la soledad, del vacío existencial y de la tristeza. Además, nos inunda de emociones positivas que influyen en la ritmo del corazón y, en general, en todas las funciones implícitas a la corteza cerebral; refuerza el sistema inmune, protegiendo la capacidad de regenerar los trescientos billones de células que cambiamos cada 24 horas. Y juega un papel esencial en la oxitocina, que es la hormona de la confianza, de la seguridad y de la estabilidad; para mantenerse en concentraciones adecuadas, la química del amor ha de renovarse día a día, tal y como podemos contemplar en muchas parejas, independientemente de la edad, donde la caricia y la sensibilidad se constituyen en los elementos esenciales del lenguaje del amor. Como me comentaba Carmen, de 89 años, es un privilegio estar viva, aunque el rostro exhiba los síntomas típicos del envejecimiento de la piel, como la tirantez, la sequedad, las arrugas, la flacidez y las manchas. Aun así, el amor puede apresar la belleza de la vida que permanece intacta, a pesar de las arrugas. El amor en la vejez se mantiene como Cupido, que logró mantenerse a salvo y heredó el valor de su padre y la gracia de su madre. Por eso Venus le regaló un arco de oro con sus flechas de oro para conceder el amor. El amor se constituye en el fármaco más potente del envejecimiento saludable y feliz y, por supuesto, mantiene nuestro cerebro de forma activa. Nos estimula y nos ayuda a continuar confiando en el "otro"; nos protege de la angustia, de la depresión y, al mismo tiempo, es un mecanismo protector frente a la agresión de los conflictos de la vida. Pero el amor sólo puede ser duradero y estable cuando los dos amantes coinciden en un proyecto existencial que los une; pero incluso cuando es estable, está siempre amenazado y expuesto a quebrarse, porque el amor es una arquitectura psicológica, afectiva y emocional muy lábil. Es incompatible con el egoísmo; es como el agua y el aceite, es imposible que se mezclen. Por eso el amor no anida cuando la pareja tiene un compromiso artificial, cuando es una simbiosis de egoísmos. Paradójicamente, es capaz de florecer en medio de decepciones, del sufrimiento y del dolor. El amor de verdad es el que se vive para dar, para entregarse al otro, a los demás. La clave de la felicidad y el bienestar para el ser humano es amar; cuanto más amor existe, hay más humanización. El amor es la mayor riqueza de la que podemos disponer, el mejor activo para nuestra salud, la fórmula ideal para nuestra autoestima; tal vez el mejor complejo vitamínico, que previene el envejecimiento patológico y que impide la destrucción y muerte celular. Tal vez lo único que es capaz de vencer a la muerte es el amor. Durante mucho tiempo, se pensaba que el amor en la vejez era algo censurable, pernicioso, vergonzoso y ridículo. Un estereotipo muy negativo respecto al amor en la vejez que se ha mantenido durante muchos años: "Turpe senilis amor", decía el gran poeta Ovidio. El amor verdadero es una dimensión esencial de la espiritualidad, es decir, trasciende lo material, la inmediatez, el utilitarismo y el hedonismo. Carmen me hablaba así del amor: "Hoy, igual que siempre, caerá la noche y hará frío hasta la madrugada; la neblina se siente y mientras caigo en una penumbra que no sé de dónde viene, donde las luces se van apagando y donde los ruidos se van callando, siento que la rosa del amor va llegando también a mis manos".

Carmen valora el amor y la grandeza de espíritu

El amor no es sólo placer, pasión, deseo, sino también compromiso y está por encima de todo; tal vez lo único que perseguimos de verdad a lo largo de la vida. Por eso, Carmen me insistía en que "el amor me mantiene viva". Carmen valora el amor y la grandeza de espíritu; destaca por su fuerza interior, no por su belleza; después de muchos duelos, unidos a su edad, lo que de verdad le llena de vida es el amor; para ella las arrugas son bellas, se adhieren y acompañan a nuestra sabiduría. Está claro que el amor que recibe una persona le impulsa, le activa, le mantiene con esa vitalidad y con esa plenitud para seguir celebrando cumpleaños. Sólo a través del amor podemos salir del laberinto del sufrimiento y acariciar la felicidad durante el proceso de envejecimiento. El amor es predictor de niveles de salud, de calidad de vida y de longevidad. Es importante aprender a amar, transformarse en un ser amoroso que proyecta simplemente amor en una actitud o en una disposición positiva a entregarse al otro. El amor no es silencio, es profunda comunicación, complicidad, entrega, intuición, dedicación, comprensión y ternura, ¡mucha ternura! La ternura no teme a la enfermedad, es la expresión máxima del amor. La ternura es pasión, entrega, sensibilidad, amor con mayúsculas. Con el amor como divisa de nuestra vida, no hay lugar para la decepción o la desesperanza cotidianas. El relato de Senén que amaba como el primer día a su esposa es suficientemente ilustrativo: "Una noche, al despedirme, le di un beso en la frente; me miró y supe que, en aquel preciso instante, me amaba en la fugacidad de un sentimiento compartido; tal vez, sin pretenderlo, le ayudé a cortar el último amarre con la vida; murió a media noche y en su mano sostenía un papel en el que había escrito: 'Senén, gracias por el amor, ha sido una vida maravillosa'". El amor es una llama que si cuidamos y cultivamos cotidianamente nunca se apaga, sobre todo si somos capaces de vencer nuestros egoísmo personal, narcisismo, confort, materialismo, rutina personal y olvido. La axiología del mundo actual coloca en primer término el poseer, el deleite a ultranza, la satisfacción inmediata, indolora y narcisista; la generosidad y la ponderación emocional se encuentran en retirada. Amor es dar, dar siempre, sin medida; es dar compañía, regalar tiempo, comunicación, escucha, dedicación, paciencia y cariño. Es acción y algo que nos empuja en bien de los demás, a satisfacer sus necesidades, a conseguir la felicidad y, todo ello, sin esperar nada a cambio. En última instancia, el amor nos aleja de la pesadilla de la soledad. Como dijo Sófocles (495-406 a.C.), "una sola palabra nos libera de todo el peso, y el dolor de la vida y esa palabra es amor". Además, el fruto del amor se traduce en bienestar físico y emocional, en más salud y en más longevidad. Shah Jahan (1627-1658), quinto emperador de la India, en el transcurso de una expedición guerrera, perdió a su amada esposa, fiel compañera de infortunios y de éxitos que le dio numerosos hijos. Era el año 1631 y, desolado ante la crueldad del destino, quiso levantar a la memoria de su amor una tumba de esplendor inigualable. Ordenó construir el Taj Mahal, la joya legendaria de la India, el histórico sepulcro blanco inmaculado. Su belleza, equilibrio, armonía y elegancia nos hablan de amor por los cuatro costados. En fin, el amor, como la verdad, está siempre en el tiempo, tras la provisionalidad del presente. Forma parte de la acción y del espíritu humano, es la clave de nuestra existencia y es el elixir primordial de lo que da sentido a nuestra vida. El amor no sólo mueve montañas, ayuda a sobrevivir, pero no es una pócima mágica que nos convierte en inmortales. Hay que cambiar los psicofármacos por un poco de amor porque es fuente de juventud y su falta, causa de envejecimiento. Es recomendable automedicarnos con una buena dosis de amor para vivir sanos y alegres. ¡No podemos vivir sin amor!

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