Luces y sombras en la felicidad
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La felicidad es algo tan personal y subjetivo que difícilmente la entendemos y ello nos plantea problemas desde el punto de vista médico, psicológico y asistencial. Parece claro que un concepto fundamental para entender la "felicidad" es el "bienestar subjetivo". Nuestro concepto de la felicidad se desploma cuando contemplamos a un niño indio que no tiene nada y, paradójicamente, está rebosante de felicidad. Posiblemente, la familia (la solidez de la estructura familiar), el afecto, el amor y la comunicación constituyan en esos pueblos los ingredientes esenciales de la felicidad y, sin embargo, nosotros, a pesar del gran desarrollo biotecnológico, no logramos tocar la felicidad. Ciertamente, el deseo humano por excelencia para conseguir la felicidad –como decía Lacan– es precisamente el de ser reconocido por el otro y de ser deseado al ser reconocido. Pero en nuestro contexto sociocultural, ¿es posible este reconocimiento y esta valoración personal y sincera? Los jóvenes son especialmente vulnerables a este fracaso en la búsqueda de la felicidad; de ahí, en buena parte, el refugio masivo en el alcohol, las drogas y la violencia. Ciertamente, España tiene una de las tasas más elevadas de Europa de consumo de cannabis entre los jóvenes de 14 a 18 años. El plan nacional sobre drogas del Ministerio de Sanidad y Política Social (2014) establece que un 16,1 por ciento es consumidor habitual (informe de la encuesta estatal sobre uso de drogas en estudiantes de Enseñanzas Secundarias –ESTUDES– 2012-2013). El informe mundial sobre drogas 2014, elaborado por la oficina de Naciones Unidas contra la droga y el delito (UNODC) y dado a conocer en junio de 2014, confirma que el consumo de drogas es responsable de una tasa de mortalidad de 40 muertes por cada millón de habitantes entre 15 y 64 años. El consumo de tabaco tiene una alta carga de morbi-mortalidad, siendo responsable de 50.000 muertes anuales en España. Los opiáceos y los opioides encabezan la lista de las sustancias que originan más enfermedades y muertes en todo el mundo. El informe destaca también el consumo abusivo de psicofármacos sin prescripción, dada la facilidad de su obtención por internet. El aumento del uso simultáneo de varias drogas es una triste realidad. El consumo de sedantes y tranquilizantes constituye actualmente una de las grandes preocupaciones mundiales. La comisión mixta para el estudio del problema de las drogas alerta también sobre el consumo reciente de medicamentos hipnosedantes (barbitúricos y benzodiacepinas), situándose como la tercera sustancia adictiva más consumida en España, tras el alcohol y el tabaco. Este aumento de la ingesta de hipnosedantes, utilizados para tratar trastornos del sueño o de ansiedad, se corresponde con un descenso moderado del consumo de tabaco, alcohol, cannabis y cocaína en España. La ingesta de estas sustancias entraña peligros para la salud, generando somnolencia, tolerancia y dependencia. Y, en esa búsqueda vertiginosa y peligrosa de la felicidad, continúa la rápida creación de "drogas legales", que se pueden vender simplemente como sales de baño y que fácilmente atrapan a nuestros adolescentes. Jóvenes usuarios de móviles y del iPhone, propensos a presentar cuadros de ansiedad y a empeorar su función cognitiva, con signos evidentes de dependencia tecnológica y de ansiedad generalizada ante la posibilidad de estar "incomunicado". Igualmente, el uso extensivo de las pantallas táctiles en los smartphones está cambiando la organización sensorial en su cerebro. En fin, adolescentes orientados a un consumo anestesiante, irrefrenado y despilfarrador, y que, al mismo tiempo, no encuentran empleo prolongando su vieja adolescencia en el hotel de cinco estrellas que no es más que su propia casa. Inequívocamente, muchos adolescentes se ven atrapados en la telaraña de la infelicidad. El 6 de octubre de 2014 se celebró el "Día europeo de la depresión" y, precisamente, la Asociación Europea para la Depresión (European Depression Association-EDA) ha llamado la atención sobre la importancia de la depresión en la adolescencia. La depresión constituye el problema de salud más frecuente en la adolescencia en muchos estados miembros de la Unión Europea. Uno de cada diez adolescentes sufre una depresión, lo que implica: falta de atención, de motivación, déficit de memoria, dificultad para la planificación y/u organización, soledad, aislamiento, absentismo escolar, pérdida de interés, ansiedad, trastornos del sueño, dolor de cabeza, irritabilidad, falta de concentración, insomnio, debilitación del sistema inmunológico, ideación suicida y baja autoestima. Unos síntomas que dibujan perfectamente la infelicidad. La edad, por lo tanto, constituye una variable importante para conseguir la anhelada felicidad. ¿A qué edad se es más feliz? Ésta es la clave; cada edad tiene sus propias dificultades y satisfacciones. Los adolescentes, por ejemplo, se ven limitados por el poder de los padres, por la crisis de la identidad, por unos estudios que nunca acaban, por el trabajo profesional del futuro, por la estabilidad de la pareja, por la sexualidad, por la inseguridad y por la presión psicosocial de sus amigos. Ello explica sobradamente que sea una etapa especialmente crítica y altamente vulnerable para la salud integral del adolescente. En este sentido, las crisis depresivas son muy importantes; tan es así que cerca de 3.600 jóvenes europeos se suicidan cada año en la UE. En los últimos años de la vida, la felicidad también se puede debilitar ostensiblemente: el cuerpo se deteriora, la energía se debilita, los amigos o familiares mueren o se alejan, se pierden trabajos, la capacidad sensorial y la movilidad se ven seriamente disminuidas, el sistema osteoarticular se ve notablemente afectado en cuanto a su agilidad y expresión de movimientos y, finalmente, los sistemas cognitivo, afectivo y conductual sufren también un declive progresivo. Una persona que se va convirtiendo en extraña y quedándose sola, en un mundo que no entiende, se vuelve infeliz. Además, la irreversibilidad del tiempo precipita la angustia, como consecuencia de la experiencia de la finitud de la vida y, por lo tanto, de la percepción inminente de la muerte. La soledad también constituye una seria amenaza en esta etapa final de la vida; en ese agujero de la soledad, la incomunicación se vuelve insoportable. En esas circunstancias, encontrar la felicidad es tan necesario como decepcionante. En cuanto a las ilusiones, aunque pugnan por subsistir, no tardan mucho en apagarse. La soledad, entonces, puede destruir totalmente la felicidad y surgen el desencanto y la desilusión. Muchas veces, esta soledad entre los ancianos es más dolorosa precisamente cuando se vive con la familia; es un vacío, un aislamiento, una intensa tristeza vital que alimenta el deseo de "irse", de morir y desaparecer. Los que rodean al que envejece son portadores de un mundo futuro de proyectos cargados de experiencias placenteras (viajes, lecturas, experiencias, nuevos amigos, fiestas, vacaciones, etcétera). Pero las personas mayores, generalmente, ya no se incluyen en esos proyectos vitales y, por lo tanto, es más fácil que surja la infelicidad. Resignación y rebeldía son las actitudes más frecuentes que surgen ante esa cascada de pérdidas psicoafectivas en la ancianidad. Pero también la felicidad se instala en la imaginación o en la ficción de una persona mayor ("la vida empieza a los 60"; "no hay nada más hermoso que la vejez", "por encima de todo, amo la vida", "me encanta la vida, es mi vida y me pertenece", "la vida es maravillosa", etcétera). Pero algunas personas que envejecen se van identificando paulatinamente con su cuerpo y quedan inmovilizados en esa enfermedad de la que no pueden curarse. En fin, una perspectiva personal del envejecimiento que se traduce en infelicidad, en un sentimiento catastrófico que domina su existencia. Todo ello apunta a una senescencia imparable que terminará primero en la "muerte social del individuo" y finalmente en la muerte biológica. Sin embargo, es muy curioso comprobar que, a pesar de la edad, en todas las etapas de la vida la gente manifiesta y refiere sentimientos satisfactorios y de felicidad por la vida. La fuerza de la felicidad surge en cualquier momento de nuestra existencia si nos centramos en ella, si contemplamos siempre una actitud positiva y si valoramos la vida. Maslow, un gran psicólogo, acuñó el término "experiencia cumbre" para referirse a los momentos más felices de la vida; a esas emociones tan intensas y agradables que se pueden alcanzar por amor. Esas sensaciones tan luminosas y optimistas se pueden encontrar incluso en la soledad, en la lectura, en la contemplación de la naturaleza, en los recuerdos, en la conversación y escuchando música. Por ejemplo, el sublime coro de "El Mesías" de Haendel y "El Réquiem" de Mozart pueden constituir experiencias tremendamente felices para un individuo. Incluso el pensamiento complejo, profundo y contradictorio de Nietzsche puede estar iluminado por el relámpago de la felicidad. Y, paradójicamente, el sufrimiento humano puede ser fuente de felicidad: "Sólo el sufrimiento libera verdaderamente a los espíritus", decía Nietzsche. Cuando el sujeto se compromete profundamente con su papel es capaz de crear algo bello, de contemplar, reflexionar, de entusiasmarse, de ilusionarse, de escuchar y sentir los latidos de la vida, entonces se encuentra en el camino de la felicidad. Sentirse libres, con pleno control de sí mismos, sin temores u obstáculos, implica un estado psicológico ideal para alcanzar la plenitud de la felicidad. Ser espontáneo y natural y vivir plenamente "aquí y ahora", con mucha sencillez, potencia nuestra felicidad. Esas experiencias únicas quedan grabadas en nuestro cerebro, nos sugieren y persuaden acerca de que "merece la pena vivir la vida en toda su amplitud y profundidad" y, en última instancia, nos llevan a la experiencia de la felicidad. Si quieres ser feliz, lo mejor es proponérselo sin demora. Vivir feliz es el mejor complejo vitamínico, que previene el envejecimiento patológico; son los auténticos antioxidantes que impiden la muerte celular. Cada día que vives es una ocasión especial que debemos aprovechar al máximo. Tal vez esta mañana lluviosa y plúmbea sea el momento ideal para iniciar el camino y sumergirnos en un mundo de sensaciones agradables y estimulantes que nos ayudan a seguir por el camino de la felicidad. La clave, esa sonrisa genuina con la que te miras al espejo. ¡Que no se apague a lo largo del día!
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