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En memoria de dos socialistas ovetenses: Juan Lombardero y José Clavero

9 de Febrero del 2015 - Nacho Vázquez (Oviedo)

Hay una canción de uno de los mejores trovadores del rock hispano, Quique González, en la que se cuenta que “La vida te lleva por caminos raros” y por caminos raros me ha llevado hasta el día de hoy mi vida política, concretamente mi militancia en el PSOE de Oviedo. Mamé el rojerío y el socialismo desde mi más tierna infancia y por eso en el año 1982, en uno de los permisos del servicio militar, me afilié al PSOE en la sede de los antiguos Alsa. La rebelión juvenil propia de la edad me hizo darme de baja una vez que el partido apoyó la entrada en la OTAN. En el año 1993, ya pasados los impulsos juveniles y reconociendo la cuestión de Estado de aquella decisión de Felipe González, retorné al partido. A partir de aquel momento fui un militante silencioso, que acudía a alguna que otra asamblea y algún que otro acto, pero sin opinar, sin manifestar criterio alguno aunque internamente iba formándome una idea de lo que pasaba en la sede de la calle Jovellanos.

En primeros años de este siglo, dos militantes de la vieja guardia, el ex concejal Avelino Alonso y el ex sindicalista Benigno Díaz Peláez, se pusieron en contacto conmigo para que acudiera a unas reuniones con compañeros que pensaban que otra forma de hacer política era posible. Allí conocía a personas como Loli Blanco, Belarmina, Juan Antonio, Loli Riesgo, Iván Piñuela y a Juan Lombardero (Lombar) y a José Clavero (Clavero) y descubrí que, efectivamente, la política, la discusión, el diálogo, el debate y, sobre todo, el compañerismo era otra cosa distinta de la que se practicaba, se debatía o se discutía en la sede de los socialistas ovetenses. En esas reuniones pude ver que las palabras tenían sentido porque se acompañaban de gestos; que había que estar en permanente actitud de búsqueda y no de conformismo, que el poder tiene sus propias servidumbres y el que accede a él o se somete a los otros poderes, o tiene que dimitir, o lo echan; que en un grupo se pueden poner en común muchas cosas, pero que no se puede hacer dejación de lo que uno es y piensa; que el espíritu, el ánimo, la fuerza y la ilusión de una persona se contagian como también se contagia un grupo que lucha por una causa justa y aprendí, en definitiva, de personas como Clavero que el cariño puede superar las ideologías y acercar los puntos de vista.

En el año 2003, presentamos candidatura a la secretaría general de la AMSO, estuvimos a punto de ganar, obtuvimos un muy buen resultado y allí estaban, dando la cara, Lombar y Clavero. Llegó el momento de las elecciones municipales del año 2007 y entendíamos que teníamos la legitimidad de presentar candidatura ya que constituíamos una sensibilidad notable dentro de la AMSO y así nos lo hacían ver con sus atinados comentarios Lombar y Clavero. La FSA, con la aquiescencia de quienes entonces gobernaban la AMSO, decidió aplicar el dedazo y designar como candidata a la Alcaldía de Oviedo por el PSOE a Paloma Sainz. Ante esa decisión nos rebelamos, no por la persona elegida –a la que no conocíamos en absoluto– sino por las formas, por el modo, por el procedimiento, y exigimos públicamente lo que desde siempre había venido siendo una forma de actuar en la AMSO: elecciones primarias, es decir, lo que hoy es bandera en el PSOE y en otros partidos. La consecuencia de nuestro proceder fue la suspensión de militancia del partido en un expediente incoado por la FSA, dirigido y alentado por quien entonces era la máxima autoridad en la AMSO. Entre los expulsados estaba José Clavero.

A partir de ese momento nuestras reuniones se intensificaron y Clavero estuvo presente en todas ellas opinando, dialogando, dando sus acertadas consideraciones, que hicieron que, después de recurrir ante el propio partido, ganáramos en vía judicial, tanto en primera instancia como en apelación y ante el Tribunal Supremo en el recurso de casación interpuesto por el partido. Todo esto es memoria que conviene recordar, en la que Clavero estuvo muy presente, y hacer mención de que nunca hemos recibido una palabra de disculpa por el atropello de que fuimos objeto por parte de quienes dirigían en aquel momento la FSA y la AMSO.

Durante el tiempo de nuestra expulsión (entre uno y dos años) el único militante que dio la cara por nosotros, que nos daba palabras de ánimo y que estaba a nuestro lado, viera quien lo viera, fue Juan Lombardero. Otros y otras que ahora se dicen más demócratas que nadie no nos dieron la cara.

Personalmente, con Clavero tuve una especial complicidad. A menudo quedábamos a tomar unas cañas en los bares de la avenida de Galicia y, entre trago y trago, me hablaba de sus correrías de crío en los años de la II República en su Teruel natal, de su noviazgo con la mujer de su vida, su compañera en todo su ciclo vital y se le iluminaban los ojos cuando hablaba de sus hijas y de las peripecias de su nieto y su nieta. Pero el egoísmo no era una palabra que figurara en su persona y siempre me preguntaba por cómo iban los estudios de mis hijos; y cuando volvíamos a nuestros debates políticos, a nuestra propia manera de ver el socialismo ovetense, siempre me decía: “Nacho, que yo no vea la solución no quiere decir que haya que dejar de luchar para solucionarlo”.

Benigno y yo lo vimos en su casa las pasadas Navidades. Allí estaba con sus hijas y con su mujer. Hablamos, cómo no, de política, de Pedro Sánchez, de Javier Fernández, de la Alcaldía de Oviedo y hasta de Mariano Rajoy. Después de más de una hora de charla, con su socarronería aragonesa, nos dijo: “Chaveas, tenéis que iros porque la próstata no me permite estar más tiempo sentado”. Ya no lo volvimos a ver, pero su recuerdo permanece imborrable.

Lombar, Clavero, donde quiera que estéis, gracias de corazón por haberme permitido ser vuestro amigo y brindarme vuestro cariño.

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