Empotrados

9 de Febrero del 2015 - Ismael Almanza Riesco (Pola de Siero)

Llama la atención la escasa difusión que ha tenido en los medios el pintoresco episodio del empotramiento en la calle Génova de Madrid. Tal recato informativo me hace sospechar si no será debido a que el protagonista era algún salido de las filas del partido gobernante. Lo que sí sabemos con total seguridad es que no era catalán ni vasco, ni gitano, ni magrebí, ni islamista, ni negro, ni militaba en Sortu o en Esquerra Republicana. Tampoco era un excéntrico (¡menuda palabreja!) en busca de notoriedad.

Desconocemos la razón o razones últimas que llevaron al turolense del año a empotrar los potros de su automóvil y los suyos propios (consúltese diccionario de euskera) en la santa sebe donde guarecen los gavilanes azules. Sin necesidad de entrar en prolijas especulaciones, es fácil colegir que su intención última no era eliminar una determinada casta ornitológica, ni siquiera arruinar los nidales-despacho de las depredadoras aves, sino mostrar al mundo la desesperación extrema de un hombre atribulado sistemáticamente por el poder político nacional. En tal desesperada situación, el individuo puede llegar a perder por completo su capacidad de autocontrol, de modo que tanto cabe que se arroje por una ventana dato estadístico que se mantiene oculto- como por una puerta giratoria a la que considera responsable de su desgracia.

Según las cifras sobre pobreza ofrecidas por las organizaciones benéficas que tratan de parchear las deficiencias gubernamentales, cada día aumenta el número de personas y de familias que engrosan las filas de la depauperación, al tiempo que crece también en intensidad esa enorme lacra social provocada por una política no sólo aberrante, sino cruel, instalada principalmente en el gobierno central, pero también en las autonomías. En muchos casos éstas no son más que sucursales de Madrid que se rigen por los mismos parámetros y obedecen a las mismas consignas. El ejemplo más significativo es, sin duda, Navarra, la niña bonita del gobierno central, creada contra natura y diseñada por el bipartidismo reinante para estrangular el vínculo natural con Euskadi, sin tener en cuenta para nada las raíces y el sentimiento identitario de su población. Claro ejemplo es el vergonzante bloqueo a los canales de la Euskal Telebista. A la sombra de esa perniciosa política (que al fin se ha revelado totalmente ineficaz gracias a una encomiable resistencia ciudadana) se ha generado, con el visto bueno o con la vista gorda de Madrid, toda una estirpe de personajes corruptos que no tiene parangón en el resto del país. Navarra es el más claro ejemplo de autonomía fallida, no creo que a estas alturas los autores de la criatura tengan la más mínima duda al respecto.

Pero... ¿dónde estábamos? Ah, sí, en el episodio de la calle Génova estábamos representados, empotrados, todos los que nos sentimos víctimas de esta política inhumana y cruel que sólo genera pobreza y sufrimiento, es decir, la ciudadanía en general, a excepción de las élites político-financiereas y de los titulados (los nobiliarios, claro).

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