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Cámbiase atención sanitaria por edificio faraónico

15 de Marzo del 2015 - José Luis Lafuente Suárez (Oviedo)

Escribo la presente tras la desgraciada experiencia del ingreso de mi padre José Luis Lafuente Lozana, de 88 años de edad, en el HUCA, concretamente en la planta 6.ª de medicina interna, tras pasar por urgencias, entre los días 30 de diciembre y el 15 de enero de 2015, previa presentación de queja ante el servicio de atención al paciente correspondiente, con la idea de que pueda servir para la difusión de otros casos semejantes y el objetivo final de mejorar la prestación de los servicios derivados de la atención sanitaria.

El ingreso se produce el día 29 de diciembre de 2014 a través de urgencias, efectivamente, por un estado de postración en los días previos, tras consulta domiciliaria con su médico de cabecera del centro de salud de la Lila, de Oviedo, acompañado de una pérdida de consciencia y una temporada más bien larga (no de una semana, como se señala en el informe) de malísimo sueño nocturno y agitación a lo largo de todas las noches. La idea planteada a la MAP y entendida como razonable por ésta era de una estancia en el Hospital Monte Naranco, donde mi padre ya había tenido tres ingresos en los dos últimos años para intentar controlar y encauzar su estado.

Si no lo saben, los ingresos hospitalarios han de reconducirse necesariamente a través de las urgencias del HUCA, donde mi padre estuvo, aproximadamente, desde las 17 horas del precitado día de ingreso hasta la tarde del día siguiente, en que fue pasado al servicio de medicina interna. La primera atención, no obstante, se produce más allá de las 11 de la noche, estando hasta entonces, según parece, sin comer, beber ni tomar medicación. Por cierto, en urgencias hemos podido ver pelear a los facultativos con el programa Millenium durante más de una hora seguida, perdiendo un tiempo precioso en lo realmente importante: la atención a los pacientes.

No quiero narrar específicamente las vicisitudes del ingreso; a ello se dirigieron mis escritos tanto al servicio de atención al paciente como a la dirección del HUCA, pero sí deseo dar a conocer las diversas incidencias que cualquiera, por estar ingresado o tener algún familiar o amigo en el Hospital, puede encontrar tal y como está la situación en éste. Seguramente no sólo en la planta 6.ª de hospitalización: en primer lugar, por supuesto, carencia de personal suficiente, no sólo médicos o enfermeras (dos por turno en una planta con 40 enfermos), sino también auxiliar (cuatro en la misma planta), y presumo incluso en cocina (ya que los "manolinos" tenían horario ciertamente irregular de llegada). En segundo lugar, no existe un sitio para poder ser informados de manera respetuosa y acorde con la intimidad que los procesos de enfermedad requieren, debiendo acudir a la caza y captura del médico a partir de las catorce horas, por no saber ni a qué hora llegan, por dónde ni cuánto tiempo estarán informando; y al menos en la planta 6.ª el día 14 de enero, en uno de los "halls" de acceso, donde se ubican los ascensores, se encontraba acampada una familia de etnia gitana, con niños incluidos, en número no inferior a veinte, hablando en tono alto, comiendo e incluso tomando comida de los carritos de los pacientes, sin que nadie osara decirles nada.

Relacionado con la citada falta de personal, está el hecho de que no se dan cambios posturales (lo que supone la aparición de escaras) y la necesaria presencia de familiares del paciente que no pueda alimentarse por sí mismo, para ayudarle o darle la comida

En tercer lugar, como quiera que el Hospital ha sido concebido con un número de camas inferior al existente en el Cristo y sin evaluar (o al menos haciéndolo incorrectamente) las necesidades de una población cada vez más envejecida, existió una obsesión por dar altas; altas médicas que habían sido ya adelantadas, por los medios de comunicación, al menos por LNE el fin de semana anterior (12-13 de enero) explicando la intención de contar con camas ante el pico de la epidemia de gripe que se preveía.

En conclusión, se ha hecho del HUCA un monstruo de hormigón (¡qué cantidad de espacios perdidos!) para satisfacer megalomanías políticas, con insuficiencias de verdadera atención sanitaria; con un programa informático que es de escasa utilidad para lo verdaderamente fundamental; con escasez de personal, sanitario, auxiliar y de servicios, que además está desmotivado y hace que el paciente dependa de la calidad humana y profesional individual de los profesionales de buena fe y que, por supuesto, indudablemente por razones de edad (¿coste/eficacia?) llevan a una capitidisminuida atención a los pacientes de edad. Ante esto, los ciudadanos hemos de exigir a los profesionales buen oficio y humanidad, y a los dirigentes, su empeño por aplicar las soluciones adecuadas. Y ello en una época en la que los problemas se acumulan y los medios son limitados. El objetivo a obtener ha de ser el contar con una asistencia sanitaria digna y de calidad, para lo cual la competencia profesional, empezando por quienes tienen la responsabilidad de planificarla, es imprescindible. El incompetente ha de dejar su puesto a quien realmente lo merezca. Los ciudadanos tenemos la obligación de exigirlo.

Oviedo, 23 de enero de 2015

José Luis Lafuente

P.D.- Termino la redacción de esta carta el 29 de enero de 2015, tras el fallecimiento de mi padre el 27 de enero de 2015 en la residencia Ovida de Oviedo

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