Hagamos los deberes
Nuestros niños son gordos, lentos y vagos. El 26% de los niños y el 24% de las niñas tienen sobrepeso, ambos tres puntos porcentuales por encima del promedio de la OCDE. Por su parte, el famosísimo y humillante para nosotros informe PISA indica que el rendimiento de los alumnos españoles en matemáticas, ciencias y lectura esta por debajo de la media de la OCDE a pesar de que el gasto ha aumentado un 35% en los últimos doce años. España gasta 60.000 euros por alumno entre los 6 y los 15 años y uno de cada tres escolares de 15 años reconoce haber repetido algún curso, aumentando en 20.000 euros el coste de dicho alumno. El 24% de los escolares están rezagados en matemáticas y dependiendo en qué comunidad se asista al colegio y cuáles sean las características socio-demográficas de los alumnos, las diferencias entre los espabilados y los lentos son mayores.
Nuestros niños no leen y sus padres tampoco. Según el CIS, al 42% de los españoles no les gusta leer y está comprobado que la experiencia de lectura es clave para el aprendizaje. Y en medio de este panorama de calorías y retraso, un grupo de padres ha comenzado una campaña contra los deberes en casa porque los niños ya pasan mucho tiempo en el cole. El argumento de peso es la media de 6,5 horas a la semana que se supone pasan haciendo deberes los niños españoles, mientras que la media de países de la OCDE no llega a cinco (ya se ve que los nuestros lo aprovechan poco y nos cuesta mucho).
Nuestro sistema educativo es inestable, ineficiente e ineficaz. Esto no atiende al gasto público, que es mucho, sino a que los recursos no están optimizados; los profesores no están motivados ni respaldados y las familias no tienen tiempo para apoyar y afianzar la formación de los hijos. Estoy de acuerdo con esos padres que se quejan de la carga de trabajo en casa, siempre y cuando ellos se comprometan a fomentar en sus hogares hábitos intelectuales saludables y divertidos más allá de los videojuegos y los dispositivos móviles. Porque el colegio enseña y la familia educa; y los hábitos se estimulan y se refuerzan con el apoyo de casa. Si nuestros niños son gordos, lentos y vagos no es culpa de ellos, es culpa nuestra por no educarles como merecen. Padres, salgan a correr, a caminar por el monte, coman un pollo con lechuga en vez de una pizza con cola; padres, pongan un libro en las manos de sus hijos y lean delante de ellos sin vergüenza. Eduquen con el ejemplo: se cansarán menos, aprenderán más y se lo agradeceremos todos.
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