Minuto 90
Me gustaría hacer una reflexión sobre el fenómeno de masas que nos ocupa, universal como ninguno; sí, lo han adivinado, el fútbol.
No hacen falta coches, motos, barcos ni bicicletas, / artilugios, palos de golf ni raquetas. / Llega con cuatro amigos, / dos piedras o dos jerseys, / eso sí, de portería. / Que a todos nos tocaría. / Y viene esto a colación / por buscarle explicación / a este exceso de pasión / que causa el dichoso balón. / Perdón por los pareados, / no estaban premeditados.
Pero dejemos el verso y vayamos a la prosa, la del fútbol, que nos ocupa día a día y nos lleva a comentarios y tópicos a menudo cargados de hipocresía. No, señores, no, esto no es un tipo jugando al pádel, lanzando pértiga o saltando plinton. Esto, con todos mis respetos hacia los anteriores, es una cosa muy seria, y tan seria. El ser humano está capacitado para cualquier cambio, léase: trabajo, coche, casa, cónyuge o lo que diablos sea menester, pero ¡ay, amiguín!, ¿quién puede cambiar de equipo? Como dijo un famoso diestro: lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Y parafraseando algún personaje más, como diría Groucho: esto es la guerra; hay unos contrincantes, algo que conquistar, y vencedores y vencidos, y esa guerra comienza en los barrios y se extiende por pueblos, ciudades, provincias, naciones e incluso continentes. Sí, amigos míos, ¿cómo un culé va a desear la victoria merengue en el extranjero, o viceversa, si un carbayón desea el descenso sportinguista antes que el españolista, o un bético el sevillista antes que el bermellón? Retomando el símil bélico, cada victoria, cada título, es terreno conquistado: palmarés. En una ocasión escuché a Javier Clemente, cuando era seleccionador, antes de un partido internacional, un comentario radiofónico con el que estoy absolutamente de acuerdo: entre naciones no hay amistosos, todos quedan en la estadística; España-Francia: jugados 20, ganados 10, empatados 6, perdidos 4, por ejemplo, y punto. Y, si ustedes me lo permiten, volveremos a la rima.
De amistoso, el Colombino. / Pues nos importa un comino. / Lo juegas al Vasco da Gama. / Y ahí sí, da igual quién gana. / Comienza el Barça-Madrid. / Esto doy por concluido. / ¿quién se pierde ese partido? Viva el fútbol.
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