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¿Qué universidad queremos?

23 de Febrero del 2015 - Angel Lozano Heras (Oviedo)

La retahíla de acusaciones, desde el neoliberalismo político y económico de la derecha y centro derecha contra la universidad pública española es bien conocida últimamente. Desde tildarnos de conspiradores y de endogámicos hasta las más perversas acusaciones de chavistas, populistas, que adoctrinamos ideológicamente a nuestros alumnos, según nos acusa la presunta delincuente Espe Aguirre, en versión Bárcenas. También nos achacan de despilfarradores, de presentar escasa calidad científica, de no jugar en las élites mundiales de los rankings universitarios. Todas estas calumnias son adobadas por intereses económicos y políticos para cargarse lo público y así favorecer al negociete privado de la educación superior. Hasta Wert ya huele, en sus últimos decretazos ministeriales sobre los grados universitarios, huele decimos, a incienso y mirra, encumbrado por acérrimos neocatecúmenos de cogullas y aznaristas de la FAES.

La universidad pública es atacada por toda una nueva demanda de estudios superiores impulsados por las tendencias e ideas de los grupos económicos y tecnológicos del poder financiero. Nos obligan a adorar a estos diablillos y diosecillos de la tecnología, convirtiéndonos en rehenes de Silicon Valley y de Wall Street, o de la Troika. El neoliberalismo en Educación solo piensa en términos de rendimiento económico. Y llama capital humano y clientes a los alumnos y a sus padres. Los propias asociaciones de estudiantes le ponen apellidos a esta Enseñanza Superior: la llaman excelencia, pero es pura mercantilización.

Es verdad que nuestra universidad, muchas veces, parece un colosal mastodonte, anquilosado en su pasado, con ataduras decimonónicas y plagado de maneras endogámicas, de figurantes pseudocientíficos, cuando no de castrados intelectuales Pero también hay que destacar lo positivo de su prestigio internacional y su capacidad investigadora y docente.

El gobierno del Principado nos dan las migajas, llegando las elecciones autonómicas y se regatean las ayudas a la I+D+i. Pero estamos cansados de repetirles a esos politiquillos de boquilla que los dineros públicos, con una financiación adecuada es la mejor manera para alcanzar buenos puestos en los ranking. El ministro Wert y sus acólitos nos instruyen -nos acusan también de ser mediocres de cómo alcanzar una mayor proyección en el mundo, en los rankings. Pero obvian como siempre, su principal pecado que sin la financiación por objetivos, ajustada a resultados y a producción, no lo lograremos. Como decía un castizo para jugar en la Champions League de la excelencia científica, además de talento, buenos entrenadores (gobernanza y profesorado) hay que hacer fichajes muy caros. Los Premios Nobel, los prestigiosos investigadores, y lo alumnos de élite, no salen debajo de las piedras de la noche a la mañana. Además, en numerosas ocasiones, no son la solución a las verdaderas necesidades de nuestros grados y másteres.

Las instituciones anglosajonas suelen dar prioridad a los proyectos de investigación científica, transformando ideas y conocimientos en oportunidades de negocio. Pero nosotros abogamos por una simbiosis entre el mundo académico y empresarial, más allá del mero cientificismo y tecnología. Buscamos calidad, creatividad, cultura, verdadera innovación, que son las patas más cojas de la mayoría de los emprendimientos de las startups.

Esperemos que ahora que llegan las elecciones, el aspirante a Presidente, Javier Fernández, se ponga las pilas en el tema de la financiación universitaria, aunque sea para prometer y luego no cumplir. La comunidad de rectores (CRUE) de las universidades españolas advierte de que se está produciendo "una fuga de cerebros propia de países tercermundistas. Las universidades de nuestro país los forman, pagan su estudios, y luego EEUU, Alemania, Inglaterra o Canadá sacan provecho de sus conocimientos, y luego les cobran sus impuestos. Por eso, la CRUE pide un aumento presupuestario hasta el 1,4% del PIB para "garantizar una educación de calidad y una investigación internacionalmente reconocida, exige una financiación pública por estudiantes, sin los recortes bestiales de los últimos años.

No es de extrañar, pues, escuchar a muchos rectores eso de hay una caza de brujas desatada, pero la Universidad no es un foco de corrupción y de ineficacia. Es imposible estar entre los mejores del mundo con una financiación escuálida, y penalizarnos por ser más competitivos que otras instituciones.

Las iniciativas de algunos gobiernos autonómicos sobre el emprendimiento, muchas veces, son falaces y son pan de hoy y hambre para mañana. Queremos decir que el emprendimiento joven, de planes de negocio basados en ideas de base tecnológico exclusivamente (startups), más tarde temprano fracasan en su mayoría, por falta de consistencia empresarial y de apoyos legislativos.

Sin obviar que los avances de las herramientas tecnológicas son en sí un gran progreso con muchísimos beneficios en la investigación aplicada, debemos aclarar rotundamente que no son la panacea.

Se necesita que el profesorado aborde una transferencia del conocimiento, es esencial, pero debe ser más creativa, más innovadora, más sociocultural que hasta ahora que solo se basa en la tecnología y en lo científicamente puro. Ya se sabe que a más información tecnológica, menos conocimiento. Aunque resulte algo exagerado, parecen que tienen razón aquellos como Vargas Llosa y Nicholas Carr que explican que cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tonto será nuestro cerebro. O cuanto más burócratas, endogámicos y opacos seamos, menos creativa, eficaz e innovadora, será nuestra universidad pública.

Ángel Lozano (Profesor y Escritor)

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