Ciudadanos por el cambio
No hay nada más decente que lo que no se ha probado. Y parece que algún partido político empieza a reaccionar por el ascenso de Ciudadanos en las encuestas, porque además de decencia ofrecen coherencia: su elaborado programa económico es inteligente y, sobre todo, viable.
Albert Rivera, su cabeza visible, se declara catalán y español por los cuatro costados aunque en TV3 lo entrevisten en catalán. No hay que olvidar que fue el primer político que hace ya más de una década hizo campaña en Cataluña contra la segregación lingüística oficial que sufríamos allí los castellanohablantes, y bautizó su nueva formación política como Ciutadans para recalcar que todos los españoles allí residentes éramos eso, ciudadanos de pleno derecho que ya cumplíamos con nuestros deberes de contribuyentes a todos los efectos y debíamos exigir respeto a la utilización de nuestra lengua materna.
Da gusto escucharlo hablar en radio o TV. Albert Rivera es el único líder al que no se le ha oído desprestigiar a sus adversarios en busca del voto perdido. Responde sin evasivas a las sucesivas preguntas de los periodistas con naturalidad y templanza, sin un guión prefabricado, absteniéndose de frases hechas y machaconas como las que utilizan constantemente los nuevos líderes del horizonte político actual. Universitario como estos últimos, es respetuoso con el contrincante que constantemente lo llama “casta” sin otros argumentos que el oportunismo.
Que quede claro que el nacionalismo excluyente en Cataluña sólo se percibe en el ámbito político. Cualquier persona que disfrute de aquella tierra por turismo, de paso o por motivos laborales puede confirmar el carácter acogedor de sus gentes; el ambiente cosmopolita de su capital ¡mi adorada Barcelona!; y el maravilloso entorno geográfico en toda su extensión. Cualquier excepción confirma esta realidad.
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