Guerra de secesión o cosecha de patatas
A la hora del consumo vivimos sin una democracia plena, porque el derecho a comprar o elegir lo mínimo no se tiene, tampoco se tienen las garantías mínimas para ser emprendedor. La renta básica universal (RB) no es algo que pueda plantearse un país en solitario (mejor el FMI y el BM o, en su defecto, el BCE), pero quizá se deba iniciar como un impuesto negativo del IRPF; de tal forma que en la hoja de liquidación se añadan 7.000 por declaración conjunta o 3.000 por declaración individual, más 500 por hijo. Todo resultado negativo se abonaría en doce mensualidades más dos pagas extra; a la par, el salario de todos los asalariados se reduce en 2/hora (u otras cantidades), a su vez, se reduce todo subsidio. Sería una respuesta europea a esta crisis. Es hora del cambio a la hibridación del libre mercado con la ayuda estatal a las personas y reduciendo los salarios para mejora de la actividad, pero negando cualquier subvención a empresas o entidades (antiliberal y corrupta en sí misma). Porque, si no, con la máquina produciendo para la máquina, con la economía disparando desigualdad y acumulando riqueza, esto nos devora.
Estamos en una guerra de secesión que llega a su punto álgido: norte contra sur, robots contra esclavos. Una guerra terrorífica que reúne las circunstancias establecidas por Toynbee para el derrumbe de imperios y civilizaciones, por medio de un proletariado interno y otro externo: las bajas y altas presiones que hacen funcionar las tormentas de la Historia o incluso generar ciclogénesis explosivas. Un impuesto negativo con descenso del coste salarial para las empresas mejoraría la situación. La cuestión es la actividad productiva, pues a un asalariado no le importaría ganar menos si trabaja en lo que quiere. Aparecerían así más emprendedores (y no tanto arreador aprovechado del desempleo y la necesidad). A los investigadores del Instituto Pasteur, si dejasen de trabajar en él, fuera les pagarían hasta diez veces más, pero no lo dejan.
La destrucción de empleo por la máquina no debe significar desempleo de actividad personal. Con el impuesto negativo se podrían realizar actividades emprendedoras: un empleado agrario, desempleado, consigue un terreno a cambio de cosecha. La siembra y cosecha de patatas es una actividad que sabe, le gusta hacer y corresponde. Habiendo dado al dueño del terreno el porcentaje convenido, los excedentes los lleva a vender al libre mercado; allí, sacado su permiso de venta, sus patatas tendrán que competir con las cosechadas por medio de maquinaria controlada por GPS, drones, visión e inteligencia artificial a las órdenes de un agricultor que, con tales medios de producción, consigue que el kilo de patatas salga muy barato. Pero al agricultor que aró y sembró con sus animales, que aprovechó su estiércol como abono eso no le importa. Su producto tiene mercado y si tuviese que poner un precio más barato aún lo haría: tendría detrás la ayuda de su impuesto negativo. Vendería su cosecha a su precio, declararía sus ingresos y sería el guardián de la vida en el campo. El otro agricultor, con su desarrollo tecnológico, sería quien combatiera el hambre en el mundo. Claro que para eso los hambrientos del mundo tendrían que tener una RB con que comprar sus patatas, si es que democráticamente las eligiesen para su compra.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo