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Asignaturas y alumnos malos en la Universidad

25 de Febrero del 2015 - Antonio Machado Cabezas (Oviedo)

El martes 24, este diario publicó un artículo sobre las 166 asignaturas que tienen pocos aprobados en la Universidad de Oviedo. El artículo presenta una serie de observaciones sobre un estudio del secretario del Consejo Social.

En primer lugar, aparece un comentario sobre el denominado “plan Bolonia”. Según la opinión de los profesores con los que he hablado acerca de ello –que, por cierto, no son pocos–, es un verdadero fiasco. Ha empeorado la calidad de la docencia y va a conseguir unos alumnos más inútiles o dependientes que el sistema anterior. No profundizo en este tema por falta de tiempo, pero supongo que un día lo haré.

Respecto a las asignaturas con pocos aprobados, sólo opinaré de las que están en los grados de Administración y Dirección de Empresas y de Contabilidad y Finanzas, pues son las únicas que conozco. Debo indicar en primer lugar que actualmente no imparto ninguna de las de la lista famosa, pero sí lo hice en cursos pasados. Con mi experiencia, puedo decir que me defraudaría mucho que las que están en dicha lista no estuviesen, pues supondría un cierto fraude al sistema y a los alumnos. Es decir, son probablemente de forma general las más interesantes para el grado (no en vano son algunas de las materias que en los estudios realizados en su día para la implantación de los grados fueron incluidas como de las más importantes por profesionales y empresas). Hay que recordar que tanto la selectividad como el sistema de númerus clausus de estos grados son simbólicos por ineficaces, lo que hace que prácticamente cualquier alumno pueda empezar dichos grados, sin interés, sin la formación previa necesaria, sin motivación y con la única meta de que le den un título que luego, en la mayoría de los casos, no le servirá para nada o para casi nada. Estos alumnos sin interés son los que luego repiten y repiten, y que, según se dice, cuestan a la administración unos 7.000 euros por curso. Por cierto, este coste es claramente erróneo, lo diga el informe que lo diga y aunque lo haya hecho el experto o grupo de expertos más sesudo que exista. En los sistemas de gestión hace muchos años que sabemos que para calcular el coste de algo, primero hay que determinar para qué se quiere saber y según el objetivo se calcula su coste. Esto no parece que lo sepan quienes hacen los citados informes sobre el coste por alumno de la docencia universitaria, por lo que sus cálculos son sistemáticamente erróneos.

Por otro lado, se comentan en el artículo algunas ideas propuestas para resolver el “problema” (¿por qué es un problema?) de las asignaturas con muchos suspensos. Una de ellas es “evitar que más de un profesor imparta una misma disciplina”, medida ilegal y totalmente inviable. Otra es “planificar controles periódicos del funcionamiento y resultados de cada asignatura, sin que ello suponga aumentar la carga docente”, es decir, añadir todavía más burocracia por si teníamos poca con el “plan Bolonia”. ¡Habrá que contratar un/a secretario/a para cada profesor! Pero la medida más desconcertante es que se “inicien, si fuera necesario, procesos de modificación de sus planes de estudios”. Si el problema es del sistema, como parece deducirse, la solución es muy, pero que muy fácil: basta indicar por escrito (he dicho por escrito) al profesorado qué porcentaje de alumnos es el mínimo que se desea que apruebe, indicando a su vez con qué criterio se deben elegir los aprobados. De esta forma, si un profesor no cumple lo indicado por el “patrón” se le puede sancionar y el problema está resuelto.

Por otra parte, entiendo que el dilema, si realmente es tan importante para la supuesta mejora de la docencia universitaria basada en la cantidad y no en la calidad, debería ser tratado con la suficiente seriedad y rigor, no simplemente aireándolo en los medios de comunicación, lo que me consta que no ha sido transmitido a los profesores implicados. Se podría abordar hablando con quienes son los responsables y, si el problema es que hay alumnos que suspenden sin importar su nivel de conocimiento de las materias, pues se baja la exigencia del aprobado y “santas pascuas”, de este modo, se crea un flujo continuo de discentes desde el Bachillerato hasta las listas del paro.

Creo que los docentes y los alumnos universitarios se merecen más respeto y, si de verdad existen problemas en algunas materias, analícense con detalle sus causas; lo demás es carne de titular para dos días y luego papel mojado que esconde otros intereses. Ojalá algún día alguien tome el toro por los cuernos y sitúe el punto de mira en los verdaderos problemas de la Universidad y, en particular, de la docencia. Entonces, otro gallo cantaría.

Ángel Machado Cabezas, profesor de la Facultad de Economía y Empresa

de la Universidad de Oviedo

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