Celia
Ya está bien de hipocresía. A qué viene ese alboroto porque a Celia Villalobos la sorprendan jugando a no sé qué durante el estado de la nación. Como si los pasatiempos de doña Celia no formaran parte del desastre nacional. Como si jugar a lo que sea no fuera lo más meritorio, lo más productivo o, al menos, lo menos nocivo que Celia puede hacer en beneficio de la humanidad en general. Y del PP en particular. Hasta sería mejor que no apareciera por el parlamento –que los cursis llaman “hemiciclo”– y se quedara en casa jugando al pimpón con su marido. Que a eso dicen que juega Arriola con la cabeza de Rajoy. ¿No tendrán en el garaje un tablero y unos caballetes? ¿No hay quien se los preste?
También es placentero imaginarla de compras en Mercadona con Gordillo, animador de calle, llevándole el carrito (en cualquiera de los sentidos del llevar). O con Pablo Iglesias de rebajas por Alcampo, con pamela de junco vietnamita ambos los dos. Aunque servidor, sin llegar a celiaco, se queda con el gesto entrañable de Celia, ministra de las vacas locas, rascándose ante las cámaras el cogote, bajo el colodrillo (lo que en esta zona, con venia de la Llingua, llamamos el “pochacu”), para advertirnos gráficamente que nos abstuviéramos de comer de aquella anatomía en el caso de que las dichosas vacas dieran signos manifiestos de haber perdido el juicio. No comimos y aquí estamos, más o menos cuerdos, gracias a la sabiduría prudentísima de mamá Celia. Así que un poco de gratitud. O por lo menos, un respeto.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo