Doulas

27 de Febrero del 2015 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Entre mi madre, Otilia, mis tías Chavica y Colombia, tuvieron 28 hijos. Las tres ya han muerto. Tuvieron sus hijos básicamente en las décadas de los 50 y 60 en condiciones asistenciales muy variadas, dependiendo de la situación económica de cada momento y de la accesibilidad o no a los recursos sanitarios (en clínicas, hospitales, en casa y casi, alguno en el coche)

De mi madre, uno de los recuerdos que tengo, es verla embaraza y trabajando en la cocina de los restaurantes que tuvimos en aquellos años, a lo que había que añadirle el cuidado de sus hijos. Creo que nunca cumplió la cuarentena, es más, pocos días de descanso tenía después de cada parto; había que trabajar y el trabajo era duro.

Cuentan las crónicas familiares que las más cobardica de las tres, a la hora del parto, era mi madre; en cambio mi tía Chavica tenía mucha facilidad y casi nunca se quejaba. Alguna vez me han contado, que las dos coincidieron en uno de los últimos partos en una clínica, Chavica desde su habitación daba ánimos a mi madre, mientras ella daba a luz, a su vez.

Me vienen estos recuerdos estos días a propósito de un debate que se ha instalado en España sobre el papel y el trabajo de las Doulas. Profesionales que, reconozco no había oído hablar hasta hoy, a pesar de que mi profesión es la de Psicólogo y a pesar también de haber estado casado con una matrona durante 18 años (una gran profesional, por cierto) y conocer, por tanto, de primera mano, lo que es el preparto, el parto y el postparto, donde la labor de las matronas y de las auxiliares de enfermería es casi más importante que la del ginecólogo (sin olvidar el papel que cumple la familia).

De pronto me encuentro con ésta polémica, suscitada entre la autodenominada Asociación de Doulas de España y el Colegio Profesional de Matronas de España, dónde las matronas denuncian intrusismo profesional, mala praxis, informadoras sanitarias sin titulación, de practicar ritos sectarios como quemar el cordón umbilical con una vela y fomentar el canibalismo, al forzar o aconsejar a las mujeres a comerse su placenta, etc, etc

Al parecer el fenómeno de la incorporación de las Doulas en el proceso del parto y en el postparto está bastante extendido en la nueva sociedad española (¡Y yo sin enterarme!) a tenor de los debates que escucho estos días. Sin ir más lejos, hace un par de días (yo que soy un hombre a una radio pegado) escuchaba a un ciudadano defensor de las Doulas, lo siguiente (intentaré ser fiel a lo escuchado): Al parecer, ésta persona y su mujer tenían dos hijas, pero al estar ella embaraza por tercera vez querían experimentar algo distinto y se apuntaron a lo de las Doulas. Muy orgulloso, relataba que durante el parto, él y su mujer tuvieron al médico-ginecólogo, dos matronas, una auxiliar de enfermería y, por supuesto, a la Doula muy pendiente ella de cogerla la mano, pasarla un vaso de agua, de decirle palabras cariñosas, etc, etc.. (me imagino que el resto de profesionales eran máquinas programadas, sin alma, para ejercer de forma mecánica cual robots). Durante el posparto, continúa el feliz padre, la Doula no se separó ni un minuto de la madre (no se olvide de que era madre por tercera vez) y por supuesto le hizo caso de las bondades y beneficios nutritivos de comerse la placenta.

No he podido localizar en el tiempo, desde cuando existe éste fenómeno de las Doulas pero, aun a riesgo de equivocarme, me atrevería a señalar que esto nace en la época en la que España era rica, la de la España va bien, la del milagro económico de Aznar-Rato. la España en la que todos teníamos 2-3 coches, 2 casas. La España en la que todos éramos expertos en catar vinos!Hay de aquel, que en el grupo de amiguetes, en torno a una cena, no supiera las propiedad organolépticas de un buen vino!

La España que, en temas gastronómicos dio un paso más adelante, no hablo de los grandes chefs, que éste país ha aportado a la cultura gastronómica, hablo de aquellos restaurantes que ofrecían lo último: la cata del agua. Se puso de moda para el deleite de paladares exigentes la oportunidad de catar los distintos tipos de agua y, por supuesta la oferta de cartas de agua junto a la carta de vinos, donde el exquisito y exigente paladar pudiera disfrutar de las aguas de la carta. Un paso más, en éste País de nuevos ricos, fue el descubrimiento y la oferta de restaurantes clandestinos. Se trataba de experimentar e introducir la clandestinidad en los nuevos gustos de los españoles: Detrás de una carnicería, de una ferretería o cualquier tienda de toda la vida, se escondía clandestinamente un restaurante. El usuario, o mejor, el cliente exigente, podría disfrutar de las emociones de la clandestinidad (es decir de la sensación de que estabas haciendo algo oculto y sobre todo, no accesible a cualquier mindungui)

Insisto, a riesgo de equivocarme, ésta puede ser la época del nacimiento de la presencia de las Doulas. ¡Ay, si mi madre y mis tías levantaran la cabeza!!

Marcelo Noboa Fiallo

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