Cristianismo y derechos humanos
La Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyos valores fundamentales son la libertad, la igualdad y la solidaridad, fue una iniciativa secular para salvaguardar la dignidad de los seres humanos, la autonomía de la sociedad, el sistema democrático y el carácter laico del Estado frente a los poderes económicos injustos, las ideologías políticas totalitarias y las creencias religiosas fundamentalistas y teocráticas.
Durante los siglos XVIII Y XIX las Iglesias cristianas se opusieron a la Declaración de los Derechos Humanos por considerar, equivocadamente, que su fundamentación en solo la libertad y la razón contradecía la idea de trascendencia religiosa e invadía un espacio que, hasta entonces, se consideraba exclusivo de la moral religiosa con la que las Iglesias contribuyeron al orden social y a la cohesión interna de las diversas naciones de Europa.
Hoy las Iglesias cristianas coinciden en que libertad, igualdad y solidaridad o fraternidad son también virtudes cristianas y un ámbito de encuentro y colaboración con quienes están comprometidos con los valores éticos del mundo laico.
La promoción y el desarrollo de los derechos, la denuncia cuando son violados o ignorados en la sociedad civil es un imperativo religioso para las Iglesias y todos los cristianos.
Por su parte, algunas Iglesias, como la anglicana con relación al sacerdocio de las mujeres o las luteranas con relación a los homosexuales, han comenzado a superar la sima entre la teoría y la práctica con la incorporación de los derechos humanos a las estructuras y los procedimientos de ámbito eclesiástico.
José Ramón García Fernández
Ex capellán del HUCA, Villaviciosa
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