Siguen llegando pateras
Parece que en nuestro país estamos destinados a ver con demasiada frecuencia imágenes de hombres, mujeres y niños que, en cayucos o en pateras, en condiciones precarias siguen recalando en nuestras costas. Seres humanos que vienen tratando de conseguir una vida mejor, un futuro alejado del hambre y de ciertas enfermedades,... de la desesperación.
El fenómeno migratorio que desde hace años se viene padeciendo en el sur europeo utiliza los territorios de las penínsulas Ibérica, Italiana y Griega a modo de puente de comunicación entre el África subdesarrollada y superpoblada y la Europa que se dice próspera.
Estos últimos días se ha producido la fecha del verano que más pateras llegaron al sur de España. Una decena de ellas arribó a Andalucía y Levante. Parece que las mafias se pusieron de acuerdo y enviaron sus "flotas" a la vez, precisamente a los puntos donde sabían que flaqueaba un poco la vigilancia costera: Almería, Granada y Alicante. Se interceptó a 165 inmigrantes en esas embarciones. Una de ellas logró alcanzar la playa con 36 personas a bordo, de las que tres eran mujeres y dos de ellas estaban embarazadas. Posteriormente, en otra, la práctica totalidad del pasaje -nueve personas- eran menores de edad.
Nuevamente, pues, están llegando a nuestras orillas -los que llegan-, hacinados en barcas de madera, cientos de subsaharianos en los que fácilmente se puede advertir reflejado en sus rostros el enorme sufrimiento que han tenido que pasar en un largo y angustioso viaje por el agua. Es así que los africanos siguen tratando de introducirse en el Viejo Continente en busca de una mejor esperanza de vida; pero, pese a todo ello, para llegar a la tierra de promisión, Occidente, tienen que arriesgar lo único que poseen, sus vidas.
Es evidente que si cada uno de nosotros fuésemos como los que nos muestran con frecuencia los informativos de televisión, si hubiésemos sorteado durante un largo tiempo toda clase de peligros, hambres y miserias sin cuento para llegar a una de las puertas de Europa, seguro que, igual que ellos, como seres humanos intentaríamos salvar los obstáculos que nos pusieran. Personalmente, yo lo expongo con toda franqueza, poco me iban a asustar las elevadas olas del Atlántico o las imponentes lanchas de Salvamento Marítimo.
Porque si uno se ha convencido de que ya no tiene nada que perder, indefectiblemente la propia vida impone el último envite, eso que en el póquer se llama "echar el resto" y que es todo lo que se puede colocar sobre el tapete de la mesa de juego. Si Occidente no logra entender esto, será casi imposible comprender nada de lo que sigue ocurriendo en esa esquina del mundo.
Las oleadas humanas que llevamos padeciendo durante muchos años no son más que las consecuencias de esta realidad. Los desheredados de la Tierra que las componen sienten y presienten que han llegado a donde ya no es posible retroceder. Y no retroceden. Lo que viene a demostrar algo elemental: que es necesario actuar con una política más eficaz y atractiva antes de que se produzca la arriesgada salida de pateras. Es decir, actuar previamente en los países de origen -aunque se sabe que ya se está haciendo algo- contra las bandas organizadas que los engatusan y empujan hacia las diversas fronteras europeas.
Pero, entre tanto, el drama continúa con miles de subsaharianos jugándose la vida y las de algunos de sus hijos pequeños, para poder alcanzar lo que ellos creen que es el paraíso terrenal.
No nos engañemos, por mucha crisis que nosotros estemos pasando, mientras en su país tengan hambre y no cuenten con un futuro menos malo, segurián tratando de llegar a Europa y, por ende, a España, ya que en el peor de los casos es mejor perecer en el intento que esperar impasible una muerte que se les avecina segura.
Señores del Gobierno, ¿recuerdan cuando decían ustedes que necesitábamos miles de nuevos inmigrantes cada año para que España siguiera creando riqueza? Por desgracia, en la actualidad aún no se sabe qué hacer con los que ya están aquí, pero la dificultad será mucho mayor si es que siguen llegando.
Igualmente, políticos responsables de la Unión Europea, pónganse, por favor, en la situación de estos desamparados de la vida y, aunque su piel sea un poco más oscura -ellos no tienen la culpa-, reflexionen y actúen positivamente sobre el problema.
Porque, ¿no creen todos ustedes que ya es hora de poner fin a tanta injusticia social y humana?
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