Sobre la ordenanza de terrazas
En vista de la reciente problemática suscitada con la ordenanza de terrazas y dado que la aprobación de ésta, fundamentalmente, se debe a las personas con movilidad reducida, como persona usuaria de silla de ruedas e, incluso, como socia fundadora de la ASENAR, quiero manifestar mi opinión al respecto: llevo treinta años con múltiples dolencias que han terminado atándome por largos largos periodos de tiempo a una silla de ruedas y quiero decir que jamás me he sentido discriminada al acceder a las terrazas de nuestra ciudad. Es más, me tengo por una persona que habitualmente disfruta del bullicio y la alegría de esas instalaciones; es emotivo sentir que al llegar a una de estas terrazas, no sólo los clientes, sino los empleados de éstas, se desviven por atenderme.
En estas circunstancias, y desde mi modesto punto de vista, no alcanzo a entender que, bajo la excusa de un supuesto trato igualitario para todas las personas, se pueda llegar a terminar con negocios que llevan años funcionando y con los puestos de trabajo que conllevan, sobre todo teniendo en cuenta que las terrazas funcionan perfectamente tal y como están.
Sinceramente, lo que observo desde fuera es que se está utilizando al colectivo de minusválidos en una contienda meramente política y de intereses particulares, cuando nunca ha habido problemas para acceder en condiciones de igualdad a un establecimiento o terraza hostelera, por lo que pido que nos dejen de utilizar como excusa.
Francamente, en esta situación me gustaría que los actores de esta sinrazón pudiesen dialogar y llegar a un consenso normalizado, advirtiendo que el hecho de cambiar la fisonomía de las terrazas precisamente por nuestra causa implica un alto componente de discriminación y nos señala abiertamente al olvidar, además, que los discapacitados no solamente van en silla de ruedas y que hay muchas clases de discapacidades, que actualmente se están obviando.
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