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La Ciudad InSostenible

9 de Marzo del 2015 - Mario Javier Garcóa Couso (Gijón)

Parece que ya es una realidad imparable el inicio de las obras de semipeatonalización en la calle Aguado, abundando así en la furia conversa con la que nuestro consistorio parece haber abrazado el talibanismo urbanístico contra viento y marea; concepto que no va más allá de cuatro constructor teóricos mal digeridos, que arrojan el saldo triste de fastidiar al ciudadano con el dinero del ciudadano.

Amén de que la idea inicial de peatonalizar el casco histórico (o lo que sea que como tal le quede a Gijón) aplicada en el barrio de La Arena, es cosa para reír entre dientes, qué duda cabe de que este sufrido barrio está habitado por miles y miles de ciudadanos, y no por media docena de hosteleros que quieren poner terraza. Torcida venía la cosa desde que a la anterior alcaldesa se le ocurrió eliminar los aparcamientos en la Avda. de Castilla (nuestros ediles no parecen tener ideas, solo ocurrencias), y así, aparcar en nuestro barrio un día cualquiera, era ya empresa ardua para personas templadas. Durante las recientes obras del colector, que tuvieron un tramo (el centenar de metros) de Dr. Hurlé en obras a lo largo de un mes, estacionar se volvió periplo incesante de veinte minutos, lo que venía a poner negro sobre blanco lo aquilatadísimas que están ya las plazas de aparcamiento en este barrio ¡en invierno! Lo del verano es ya harina de otro costal, que requiere nervios de acero y la paciencia de Job, pudiendo la empresa extenderse treinta, cuarenta, cincuenta minutos, para terminar aparcando donde Jesucristo perdió la sandalia. La ORA es, por supuesto, una humorada que sirve para maldita la cosa, porque aunque algún sesudo edil la argumente como solución mágica, la pretensión de que al pagar aumentan las plazas de aparcamiento, disminuyen los coches, o sus propietarios ven reducida sus necesidades de uso, es asunto que compete a la psiquiatría. Nada de esto arredra a nuestra alcaldesa, y a partir de esta primavera, nos subiremos por las paredes intentando estacionar el coche en un lugar a salvo de la rapacería uniformada. Que el verano nos coja confesados.

Alcaldesa, voy a explicarle con palabras sencillas que incluso nuestros políticos podrían entender, un par de conceptos que acaso no puedan creerse ni usted ni esa adalid del Sosterrollo Desanible, siempre teórico, que mantiene al frente de la concejalía de la cosa: Verá, los peatones son los conductores cuando se bajan del coche. Como lo oye. Y los conductores son los peatones cuando se suben a él; excepción hecha de cuando se sube a un coche oficial. Y el peatón necesita el coche para ir y venir de su trabajo, hacer sus compras y desenvolverse en el día a día; se lo aseguro. Y prescindir del vehículo convierte la ciudad en algo insostenible para el ciudadano que paga. Porque la ciudad es nuestra, somos nosotros la ciudad; nosotros y no cuatro teóricos sentados en un despacho. Yo les quitaba a ustedes la tontería con un sistema simple, pero contundente: Terminar con los coches oficiales, terminar con las plazas de parking para el Ayuntamiento, trasladar las dependencias municipales a distintas ubicaciones esparcidas por Roces-Porceyo, por Bankunión, por Mora Garay, Somonte esto es, adónde el común de paganinis nos tenemos que dar traslado a diario. Íbamos a ver lo que duraban ustedes yendo y viniendo en un bus que pasa cada media hora, y tarda treinta o cuarenta minutos en hacer un recorrido que en automóvil no llega a los quince. Yo les sometería a todos ustedes a este severísimo régimen de realidades, guarnicionado con uno de nuestros sueldos de 800 o 900 euros, para que se paguen una plaza de garaje con lo que les sobre. La administración del citado lenitivo durante un mes, sería vacuna para los restos. Dos meses me parece excesivo; les imagino deprimidos, suicidados, y tampoco es eso.

Alcaldesa, los que pensaron en usted como un cambio en las relaciones del Consistorio con los ciudadanos que lo sufren y mantienen, no van a echarla de menos tras las elecciones en ciernes. Si a estas alturas de mi vida tengo algo claro, es que solo existe una cosa peor que un progre; solo una, alcaldesa: Un progre de derechas.

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