El médico también puede tener objeción de ciencia y de competencia
Además de las razones que puede encontrar un médico para la objeción de conciencia, incluso antes que ellas, cabe tenerse en consideración otros motivos para negarse a llevar a cabo actuaciones profesionales que conduzcan al aborto, al suicidio asistido, la eutanasia, la esterilización u otras similares, en las que no haya una finalidad ni pretensión curativa, ni paliativa.
El médico es "la persona legalmente reconocida para profesar y ejercer la medicina" dice el Diccionario de la Lengua Española, que explica el término medicina como la "ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano". Desde la perspectiva más sencilla, que deriva de la propia definición, ya se puede entender cómo otras actividades cuyo objeto y fin sea la complacencia o e interés ajenos a la prevención, cura o cuidado de la enfermedad, aunque se desarrollen en el ámbito del cuerpo humano y con conocimientos, artes y técnicas médicas, no son actos médicos. Por lo tanto no tienen por qué llevarlos a cabo los médicos.
A principios del siglo XX en alguno de los estados de América del Norte se aprobó legalmente la esterilización eugenésica y esa idea llegó al colmo de la perversa obsesión nacional en el régimen nazi, con decenas de miles de esterilizados y, por cierto, con varios médicos fusilados por negarse a colaborar en la Holanda ocupada, por tomar un ejemplo no muy lejano. Si una demanda social así llegase a darse, lo lógico sería que fuese realizada por personas con competencia y preparación, sí, pero no por médicos, porque los médicos no estamos para eso. Como no lo estamos tampoco para torturar, sonsacar, debilitar voluntades, clonar personas, fabricar híbridos o cualquiera de las diversas posibilidades o fantasías que se puedan desear para manipular la dignidad del ser humano.
Hay pues una objeción de competencia, pues lo que no sea curar no es incumbencia del médico, que además ha recibido una preparación universitaria específica dirigida a usar las técnicas para sanar o cuidar, no para abortar, cercenar ni terminar con la vida de un ser humano. Hay también una objeción de ciencia, que cada médico debe hacer valer, para usar la libertad profesional hasta lo último de su fundamentado leal saber, aplicable a estos casos, como también lo es para no dejarse llevar por intereses comerciales, administrativos o políticos. Son dos escalones pevios a la objeción de conciencia, a aquellas razones éticas de los valores que se hacen personales y que están, además, suficientemente reconocidos por los códigos morales de los que ejercieron y ejercen la medicina desde hace más de cuarenta siglos, desde las leyes médico-legales de Ur-Namun en 2050 a. de J. C. hasta la actualidad.
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